La formación del corazón -2- (22-2-2015)

LA FORMACIÓN DEL CORAZÓN (2)            

      Queridos hermanos en el Señor:      

      Os deseo gracia y paz.

      La semana pasada recordábamos que el Papa Francisco nos invita a vivir la Cuaresma “como un camino de formación del corazón”. Hoy volvemos a recoger esta iniciativa a la luz de lo que propuso Benedicto XVI en el nº 31 de su encíclica “Deus caritas est”, cuando reflexionaba sobre la caridad cristiana. Descubrimos algunos puntos de enorme relieve:      

      1) La parábola del buen Samaritano nos propone un modelo, que también vemos reflejado en el capítulo 25 del evangelio según san Mateo, según el cual “la caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los enfermos atendidos para que se recuperen, los prisioneros visitados, etc.”.      

      2) Descendiendo al terreno de las aplicaciones prácticas, “las organizaciones caritativas de la Iglesia, comenzando por Cáritas (diocesana, nacional, internacional), han de hacer lo posible para poner a disposición los medios necesarios y, sobre todo, los hombres y mujeres que desempeñan estos cometidos”.      

     3) Estas personas, que realizan una tarea eclesial, “por lo que se refiere al servicio que se ofrece a los que sufren, es preciso que sean competentes profesionalmente: quienes prestan ayuda han de ser formados de manera que sepan hacer lo más apropiado y de la manera más adecuada, asumiendo el compromiso de que se continúe después las atenciones necesarias”.      

     4) El primer requisito fundamental es “la competencia profesional”, pero esta competencia “por sí sola no basta”. Puesto que se trata de trabajar con seres humanos, “los seres humanos necesitan siempre algo más que una atención sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial”.      

     5) De ahí que “cuantos trabajan en las instituciones caritativas de la Iglesia deben distinguirse por no limitarse a realizar con destreza lo más conveniente en cada momento, sino por su dedicación al otro con una atención que sale del corazón, para que el otro experimente su riqueza de humanidad”.      

     6) La conclusión es clara: “dichos agentes, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una "formación del corazón"”.      

      7) Benedicto XVI explica en qué consiste esta “formación del corazón”: “se les ha de guiar hacia ese encuentro con Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad (cf. Ga 5,6)”.      

       Al inicio de la Cuaresma necesitamos impartir, recibir y fortalecer esta “formación del corazón”, para desarrollar el amor al prójimo que el Creador ha grabado en nuestra propia naturaleza humana. Es preciso recorrer un camino que es consecuencia de nuestra fe.      

       La actividad caritativa de la Iglesia no debe diluirse en una organización asistencial genérica. La caridad cristiana es genuinamente eclesial. Es la misma Iglesia la que se acerca al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado, respondiendo, de corazón, a una necesidad inmediata en una determinada situación.            

       Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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