Un camino de formación del corazón -1- (15-2-2015)

UN CAMINO DE FORMACIÓN DEL CORAZÓN -1-

     Queridos hermanos en el Señor:      

     Os deseo gracia y paz.    

     La salvación es un regalo gratuito de Dios, pero para que tenga efecto en la existencia de cada uno de nosotros requiere nuestro asentimiento, nuestra aceptación agradecida y consciente, una acogida que se demuestra en las obras, es decir, en la voluntad de vivir como Jesús, de caminar tras sus huellas.  Para los cristianos, cada día es un momento favorable, y cada jornada es día de salvación. Pero hay tiempos especialmente densos. La Cuaresma es una oportunidad de gracia, una invitación para rectificar los senderos equivocados, una llamada de atención para que profundicemos en la fe, una propuesta para revitalizar el tono de la esperanza, una exhortación para vivir la caridad activa, una apremiante llamada para escuchar con oídos atentos el Evangelio y para vivirlo de modo coherente.      

      Los cuarenta días de preparación de la Pascua son una alternativa al modo de vida cómodo y superfluo en el que nos desenvolvemos con inercia, tristeza y aburrimiento. Son un reto para plantar decididamente batalla a las tentaciones que nos seducen. Son un tiempo de desierto, de combate espiritual. Un combate en el que contamos con la ayuda del Señor para que, sin presunción ni orgullo, utilicemos las armas de la fe, es decir, la oración, la escucha de la Palabra de Dios y la penitencia.       La Cuaresma es un tiempo litúrgico que, cada año, nos propone renovar la opción de seguir a Jesús por el camino de la humildad, atravesar el desierto, la prueba de la fe, y avanzar junto con Jesús para participar de su victoria sobre el pecado y sobre la muerte.      

        Con el Miércoles de Ceniza entramos en el clima cuaresmal, conscientes de que para ser auténticos cristianos hemos de pensar que nuestra vida no es una historia concluida. Todavía no hemos alcanzado la meta y el camino exige siempre un nuevo impulso y un renovado entusiasmo.      

        En su “Mensaje para la Cuaresma 2015” el Papa Francisco desea que nuestras parroquias y comunidades “lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia”, y nos invita a vivir la Cuaresma “como un camino de formación del corazón”. Lo explica diciendo: “Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro”.      

       Para formar el corazón es necesario vivir un itinerario, recorrer un camino, reavivar el don que recibimos en el bautismo, hacer que nuestra vida recupere las exigencias y compromisos que están en la base de nuestra condición de cristianos, alimentarnos de la Palabra de Dios -es decir, escuchar y entrar en diálogo con Él-, practicar la penitencia, desprendernos de lo que estorba o dificulta nuestra marcha, y vivir el ayuno como experiencia que nos ayuda a compartir.      

      La formación del corazón nos guía hacia el encuentro con Dios, suscita en nosotros el amor y abre nuestra vida a los demás.             

       Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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