El primer anuncio (1-3-2015).

EL PRIMER ANUNCIO           

     Querido joven:      

     Te deseo gracia y paz.

      Te escribo esta carta para hablarte del primer anuncio. Comprendo que te sentirás sorprendido y te preguntarás qué es lo que quiero decir. Sencillamente es el primer mensaje que debes recibir.      

      El Papa Francisco dice que el primer anuncio debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial. Se trata de un anuncio que vuelve a resonar siempre y que, según el Papa, se puede formular de este modo: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte” (Evangelii gaudium 164).       Los cristianos somos testigos del amor de Jesucristo, amor entrañable, amor personalizado, amor característico e inigualable. Hay personas que no tienen experiencia de amor. No saben lo que significa un acercamiento desinteresado. No han sentido nunca una palabra de afecto sincero y profundo, ni han experimentado ningún gesto de proximidad y ternura. Son personas que miran con desconfianza a los demás porque han sufrido demasiadas desilusiones y frecuentes desencuentros. Son personas incapaces de amar porque nunca se han sentido amadas. Viven envueltas en el recelo y la inseguridad.       Sabes lo difícil que resulta convivir con quien está de vuelta de todo o sencillamente responde con un “yo paso” ante cualquier iniciativa o propuesta. Conoces a jóvenes de tu edad cuya mayor ilusión consiste en deslizarse por la vida, viviendo de un modo superficial, sin raíces.      

      La noticia gozosa, el alegre anuncio, el genuino evangelio, llega como un torrente de luz y de vida. En el fondo de su ser cada persona anhela y espera. Jesucristo viene a responder a la más íntima necesidad humana. Jesucristo te ama, a ti personalmente, aquí y ahora, con tu historia, con tus circunstancias, con tu presente y tu futuro.      

      El amor de Jesucristo es un  amor sin medida, hasta el extremo, hasta entregar la vida. Y es una entrega para dar vida, para sanar, para cicatrizar heridas, para curar y restaurar, para restablecer y fortalecer.      

      Jesucristo no es simplemente un personaje del pasado que obró y habló, que sanó a los enfermos y realizó milagros. Jesucristo no está lejos, está vivo y operante. Está cerca de cada uno y su presencia es reconfortante y transformadora. Junto a Él nadie está solo. Junto a Él no existe nunca la extrañeza. Junto a Él la soledad siempre es sonora porque nos comunica el eco de su voz. Junto a Él experimentamos el calor de su mirada y el estímulo de su presencia.      

      Sin Jesucristo las noches son oscuras. Con Jesucristo amanece. Él nos ilumina porque Él es la luz. Para la humanidad el arco iris era signo de alianza. En Jesucristo encontramos a alguien que es más que un signo. Es una realidad.      

      Querido joven: constantemente necesitamos recuperar nuestras fuerzas desgastadas. Jesucristo se acerca para fortalecerte cuando más lo necesitas, para asegurarte que es posible levantarte de tu postración y abatimiento, y seguir caminando confiadamente, con paso firme, sin titubeos, superando cada caída.       

      Jesucristo se aproxima a ti para liberarte de todo lo que te esclaviza, de lo que te impide ser verdaderamente libre, de lo que dificulta tu caminar, de lo que entorpece tu crecimiento.

      Recibe mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

We use cookies
Este portal web únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su conocimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas este portal web que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos.