La luz de la VGirgen Inmaculada y la Vela Soalidaria. (7-12-2014)

 LA LUZ DE LA VIRGEN INMACULADA Y LA VELA SOLIDARIA

      Queridos hermanos en el Señor:  

       Os deseo gracia y paz.

       “Purísima había de ser, Señor, la Virgen que nos diera el Cordero inocente que quita el pecado del mundo. Purísima la que, entre todos los hombres, es abogada de gracia y ejemplo de santidad”. Estas palabras del prefacio de la solemnidad de la Inmaculada Concepción nos ayudan a descubrir el contenido de la celebración.  

       La genuina devoción a la Virgen no es un afecto superficial, intermitente y transitorio, sino que es consecuencia de la fe verdadera. La fe nos conduce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, y nos impulsa a un amor filial hacia nuestra Madre, a la imitación de sus virtudes como ejemplo de santidad y a la súplica incesante de su intercesión como abogada de gracia.  

  1) Nuestra mirada se siente atraída por la belleza interior de la Virgen María. Con gran alegría la contemplamos “llena de gracia”. Nos detenemos unos breves instantes ante ella, en silencio, y descubrimos que nos sostiene en los momentos de oscuridad, de dificultad, de desaliento, de aparente fracaso o de grandes incertidumbres.  La contemplamos atentamente para agradecerle su intercesión o para solicitar su protección y su ayuda, de un modo especial cuando nos equivocamos de sendero o nos sentimos oprimidos por el dolor y la angustia.  

   2) Experimentamos la mirada de Dios sobre cada uno de nosotros. Dios nos mira con amor. El mirar de Dios es amar. ¿De quién es la vida que recibimos, el alimento que nos nutre, la luz que nos envuelve y el aire que respiramos? De Dios proceden todos los bienes. Suyas son todas las bendiciones que nos concede. Suyo es el don de la fe que nos ilumina. Suya la esperanza que deposita en nuestro interior. Suyo el amor con que amamos.      

       La mirada de Dios nos descubre un misterio que no solamente nos roza, sino que nos introduce en una experiencia de amor y de vida.  3) Nuestra mirada se renueva y purifica para mirar con amor a todas las personas con quienes compartimos retazos de nuestra vida, que se convierten en encuentros fraternos.  Contemplando a nuestra Madre Inmaculada reconocemos nuestra vocación más profunda, nuestra realidad más apasionante y nuestro destino más auténtico.      

       Mirándola, y dejándonos mirar por ella, aprendemos a ser más generosos, más humildes, más entregados, más sencillos, más dóciles a la Palabra de Dios, más atentos a las necesidades de los vulnerables, más diligentes en el testimonio, más audaces en nuestra condición de discípulos misioneros y evangelizadores con Espíritu.       

       Sintiendo la maternal mirada de nuestra común Madre se robustecen los lazos con todas las personas a las que reconocemos como miembros de una única familia.      

        La “Vela solidaria” nos permite alargar nuestra mirada mucho más allá de nuestras fronteras, hasta espacios desconocidos donde reconocemos a hermanos necesitados.      

        La iniciativa de Manos Unidas nos hace ver una luz nueva y creciente que disipa la oscuridad de la noche. Es una tenue luz en medio del fulgor del consumismo y de la injusticia. Es una pequeña vela. Una vela amable y discreta. Un ligero y cálido aleteo de vida y claridad. Un resquicio de generosidad y de vida. Una expresión de afecto y solidaridad. Una pálida luz capaz de superar el espesor de las tinieblas.            

        Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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