Cartas del Padre Pedro (VIII): Creo en la vida eterna

Cartas del padre Pedro VIII. Creo en la vida eterna

P. Pedro Aguado Cuesta Obispo de Huesca y de Jaca

     Queridos hermanos y hermanas:

     Con esta carta cierro los artículos de nuestro Credo a los que he dedicado mis primeras comunicaciones como vuestro obispo. “Creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna. Amén".

     Así termina el Credo, con una expresión de fe tan formidable como consoladora: creemos en la resurrección y en una vida que no tendrá fin.

     Esta fe, toda fe, procede de la experiencia de la resurrección de Jesús. Cuando parecía que todo había terminado, cuando el desánimo se hacía huésped del alma de los discípulos, cuando iban caminando hacia Emaús compartiendo su desorientación, entonces sucede lo impensable, lo que sólo puede proceder de Dios: Cristo vive, y se encuentra con nosotros. Y esa experiencia, esa fe, cambia completamente la vida humana. Cambia su sentido, cambia su horizonte, cambian las claves desde las que vivimos, y cambia absolutamente todo. Cristo ha resucitado, y nos abre el camino a una vida nueva que esperamos y en la que confiamos.           Cambia nuestra vida aquí, y nos abrimos a una vida plena después. Porque Cristo ha resucitado, sabemos que el mal no triunfará. Sabemos que el bien es más consistente que el mal. Esta fuerza victoriosa no es automática. Trabaja en nosotros, avanza lentamente. Pero al final de la historia será plenamente victoriosa. Nuestra misión es colaborar con esta fuerza de Jesucristo Resucitado que discretamente trabaja en la historia y en el corazón de cada hombre. Fue muy bueno escuchar al Papa León XIV decir, el día de su elección, que “el mal no triunfará”. Esa es nuestra fe.

     Porque Cristo ha resucitado, vivimos desde la confianza. Una confianza suficiente en nosotros y en los herma nos, y una confianza absoluta en Dios. Porque Cristo ha resucitado podemos entender que estamos salvados. Por que Cristo ha resucitado, trabajamos con alegría en este mundo sabiendo que lo que hacemos será siempre muy pequeño en comparación con lo que Dios nos tiene pre parado, pero deseamos vivir en plenitud, porque sabemos que la plenitud es la pequeñez cuando está llena de Dios.

     La Iglesia tiene muchas cosas que hacer y de las que hablar, pero esta de la que estamos hablando es muy importante: necesitamos recordarnos que hay “un después”, que hay un Dios Padre que nos espera, que nada de lo que hacemos de bueno en esta tierra queda sin ser recogido por Dios para bendecirlo. Necesitamos recordarnos que hay una vida eterna, una vida de Dios, cuya puerta ha sido abierta por Cristo.

     Esta es nuestra fe, y desde ella queremos vivir. La certeza de la plenitud que Dios nos ofrece nos ayuda a vivir un día a día en creciente búsqueda de vida y de una vida plena para todos.

     Gracias por vuestra ayuda y que Dios os bendiga.

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