El amor no lleva cuentas del mal (12-6-2016)

EL AMOR NO LLEVA CUENTAS DEL MAL

      Queridos hermanos en el Señor:  

      Os deseo gracia y paz.

       El capítulo cuarto de la Exhortación apostólica “Amoris laetitia” se titula “El amor en el matrimonio”. En el primer apartado (“Nuestro amor cotidiano”), el Santo Padre desarrolla algunas de las características del amor verdadero a partir del denominado “himno de la caridad” de la Primera Carta a los Corintios (1 Cor 13,4-7). Resulta muy provechoso leer con detenimiento los números 90 a 119 de la Exhortación, ampliando su horizonte a nuestra vida de cada día.  Nos fijaremos, de modo especial, en los números 105-108 en los que el Papa comenta la frase “(el amor) no lleva cuentas del mal” (1 Cor 13,5c). Escribe el Santo Padre: “Si permitimos que un mal sentimiento penetre en nuestras entrañas, dejamos lugar a ese rencor que se añeja en el corazón” (AL 105). “Lleva cuentas del mal” significa “toma en cuenta el mal”, “lo lleva anotado”, es decir, es rencoroso.      

     Es posible que guardemos en secreto una oscura libreta en la que anotamos con detalle toda clase de rencillas, rencores, desavenencias, afrentas, agravios, ultrajes, injurias, desprecios. Y nos resistimos a borrar y cancelar las cuentas del mal. ¿Cómo es posible salir de esta situación?  Lo contrario es el perdón “que se fundamenta en una actitud positiva, que intenta comprender la debilidad ajena y trata de buscarle excusas a la otra persona, como Jesús cuando dijo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34). Pero la tendencia suele ser la de buscar más y más culpas, la de imaginar más y más maldad, la de suponer todo tipo de malas intenciones, y así el rencor va creciendo y se arraiga” (AL 105).        

      El Papa nos indica: “El problema es que a veces se le da a todo la misma gravedad, con el riesgo de volverse crueles ante cualquier error ajeno. La justa reivindicación de los propios derechos, se convierte en una persistente y constante sed de venganza más que en una sana defensa de la propia dignidad” (AL 105).      

     ¿Cómo reaccionar? Afirma el Santo Padre: “Cuando hemos sido ofendidos o desilusionados, el perdón es posible y deseable pero nadie dice que sea fácil” (AL 106). Es necesaria “una pronta y generosa disponibilidad de todos y cada uno a la comprensión, a la tolerancia, al perdón, a la reconciliación. Ninguna familia ignora que el egoísmo, el descuerdo, las tensiones, los conflictos atacan con violencia y a veces hieren mortalmente la propia comunión” (AL 106).  Sabemos que “para poder perdonar necesitamos pasar por la experiencia liberadora de comprendernos y perdonarnos a nosotros mismos” (AL 107). “Pero esto supone la experiencia de ser perdonados por Dios, justificados gratuitamente y no por nuestros méritos. Fuimos alcanzados por un amor previo a toda obra nuestra, que siempre da una nueva oportunidad, promueve y estimula. Si aceptamos que el amor de Dios es incondicional, que el cariño del Padre no se debe comprar ni pagar, entonces podremos amar más allá de todo, perdonar a los demás aun cuando hayan sido injustos con nosotros” (AL 108).      

     Solamente desde esta actitud podremos rezar con sinceridad el Padrenuestro y pedir humildemente: “perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Tomar en cuenta el mal, llevarlo anotado, ser rencorosos, nos impide ser felices y nos incapacita para amar.             Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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