Domingo de la Divina Misericordia (3-4-2016)

DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA            

     Queridos hermanos en el Señor:      

     Os deseo gracia y paz.        

     El 30 de abril de 2000, en la homilía de la canonización de santa Faustina Kowalska, san Juan Pablo II dijo: “es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de "domingo de la Misericordia divina"”.      

     El 5 de mayo de 2000, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a través del Decreto “Misericors et miserator”, establecía: “el Sumo Pontífice Juan Pablo II se ha dignado disponer que en el Misal Romano, tras el título del Segundo Domingo de Pascua, se añada la denominación "o de la Divina Misericordia"”.       

     San Juan Pablo II escribió en la Encíclica “Dives in misericordia”: “Hacer presente al Padre en cuanto amor y misericordia es en la conciencia de Cristo mismo la prueba fundamental de su misión de Mesías (…). En base a tal modo de manifestar la presencia de Dios que es padre, amor y misericordia, Jesús hace de la misma misericordia uno de los temas principales de su predicación” (DM 3).       

     Jesús nos dice: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36), y también: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,7). Leemos en 2 Jn 3: “Nos acompañará la gracia, la misericordia y paz de Dios Padre y de Jesucristo, el Hijo del Padre, con la verdad y el amor”.      

      Las palabras de Jesús recogen una línea insistente en los salmos: “Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; no te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor” (Sal 25[24],6-7); “Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa” (Sal 51[50], 3); “Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí” (Sal 86[85],15-16); “Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre” (Sal 117[116],2); “Dad gracias al Señor porque es bueno: porque es eterna su misericordia” (Sal 136[135],1: en este salmo se repite 26 veces el estribillo “porque es eterna su misericordia”).      

     Entre otros pasajes significativos del Antiguo Testamento escogemos cuatro: “Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad” (Ex 34,6); “trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia” (Dan 3,42); “rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del castigo” (Jl 2,13); “bien sé que eres un Dios bondadoso, compasivo, paciente y misericordioso, que te arrepientes del mal” (Jon 4,2).      

      En el Jubileo Extraordinario de la Misericordia deseamos redescubrir en Jesucristo el rostro de la misericordia del Padre. Puesto que la misericordia es la “viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” (MV 10), en este Domingo de la Divina Misericordia nos sentimos enviados a anunciar el corazón palpitante del Evangelio, para que llegue a la mente y al corazón de todas las personas. Queremos ser, realmente, “misericordiosos como el Padre”, como cantamos en el himno jubilar. Y queremos cantar con nuestra vida, con nuestras acciones, con gestos concretos de cercanía, con nuestro modo de compartir, nuestra manera de convivir y nuestra incondicional alegría.

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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