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La misericordia en la Sagrada Escritura.

LA MISERICORDIA EN LA SAGRADA ESCRITURA

 “Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y en lealtad” (Ex 34,6).

      1. LA MISERICORDIA EN LOS SALMOS

      “"Paciente y misericordioso" es el binomio que a menudo aparece en el Antiguo Testamento para describir la naturaleza de Dios. Su ser misericordioso se constata concretamente en tantas acciones de la historia de la salvación donde su bondad prevalece por encima del castigo y la destrucción. Los Salmos, en modo particular, destacan esta grandeza del proceder divino: "Él perdona todas tus culpas, y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de gracia y de misericordia"?(103,3-4). De una manera aún más explícita, otro Salmo testimonia los signos concretos de su misericordia: "Él Señor libera a los cautivos, abre los ojos de los ciegos y levanta al caído; el Señor protege a los extranjeros y sustenta al huérfano y a la viuda; el Señor ama a los justos y entorpece el camino de los malvados"?(146,7-9). Por último, he aquí otras expresiones del salmista: "El Señor sana los corazones afligidos y les venda sus heridas. […] El Señor sostiene a los humildes y humilla a los malvados hasta el polvo"?(147,3.6). Así pues, la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor "visceral". Proviene desde lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón!” (Misericordiae Vultus 6).      

     “"Eterna es su misericordia": es el estribillo que acompaña cada verso del Salmo 136 mientras se narra la historia de la revelación de Dios. En razón de la misericordia, todas las vicisitudes del Antiguo Testamento están cargadas de un profundo valor salvífico. La misericordia hace de la historia de Dios con Israel una historia de salvación. Repetir continuamente "Eterna es su misericordia", como lo hace el Salmo, parece un intento por romper el círculo del espacio y del tiempo para introducirlo todo en el misterio eterno del amor. Es como si se quisiera decir que no solo en la historia, sino por toda la eternidad el hombre estará siempre bajo la mirada misericordiosa del Padre. No es casual que el pueblo de Israel haya querido integrar este Salmo, el gran hallel como es conocido, en las fiestas litúrgicas más importantes” (MV 7).      

     “Antes de la Pasión Jesús oró con este Salmo de la misericordia. Lo atestigua el evangelista Mateo cuando dice que "después de haber cantado el himno"?(26,30), Jesús con sus discípulos salieron hacia el Monte de los Olivos. Mientras instituía la Eucaristía, como memorial perenne de Él y de su Pascua, puso simbólicamente este acto supremo de la Revelación a la luz de la misericordia. En este mismo horizonte de la misericordia, Jesús vivió su pasión y muerte, consciente del gran misterio del amor de Dios que se habría de cumplir en la cruz. Saber que Jesús mismo hizo oración con este Salmo, lo hace para nosotros los cristianos aún más importante y nos compromete a incorporar este estribillo en nuestra oración de alabanza cotidiana: "Eterna es su misericordia"” (Misericordiae Vultus 7).

      LOS DIEZ SALMOS DE LA MISERICORDIA: Sal 25; Sal 41; Sal 42 y 43; Sal 51; Sal 57; Sal 92; Sal 103; Sal 119; Sal 136.            

Sal 136: (1) Dad gracias al Señor porque es bueno; porque es eterna su misericordia. (2) Dad gracias al Dios de los dioses; porque es eterna su misericordia. (3) Dad gracias al Señor de los señores; porque es eterna su misericordia. (4) Solo él hizo grandes maravillas; porque es eterna su misericordia (5) Él hizo sabiamente los cielos; porque es eterna su misericordia. (6) Él afianzó sobre las aguas la tierra; porque es eterna su misericordia. (7) Él hizo lumbreras gigantes; porque es eterna su misericordia. (8) El sol para regir el día; porque es eterna su misericordia. (9) La luna y las estrellas para regir la noche; porque es eterna su misericordia. (10) Él hirió a Egipto en sus primogénitos; porque es eterna su misericordia. (11) Y sacó a Israel de aquel país; porque es eterna su misericordia. (12) Con mano poderosa, con brazo extendido; porque es eterna su misericordia. (13) Él dividió en dos partes el mar Rojo; porque es eterna su misericordia. (14) Y condujo por en medio a Israel; porque es eterna su misericordia. (15) Arrojó en el mar Rojo al faraón y a su ejército; porque es eterna su misericordia. (16) Guió por el desierto a su pueblo; porque es eterna su misericordia. (17) Él hirió a reyes famosos; porque es eterna su misericordia. (18) Dio muerte a reyes poderosos; porque es eterna su misericordia. (19) A Sijón, rey de los amorreos; porque es eterna su misericordia. (20) Y a Hog, rey de Basán; porque es eterna su misericordia. (21) Les dio su tierra en heredad; porque es eterna su misericordia. (22) En heredad a Israel su siervo; porque es eterna su misericordia. (23) En nuestra humillación se acordó de nosotros; porque es eterna su misericordia. (24) Y nos libró de nuestros opresores; porque es eterna su misericordia. (25) Él da alimento a todo viviente; porque es eterna su misericordia. (26) Dad gracias al Dios del cielo: porque es eterna su misericordia”.            

2. LA MISERICORDIA EN LOS PROFETAS

      “Con las palabras del profeta Miqueas también nosotros podemos repetir: Tú, oh Señor, eres un Dios que cancelas la iniquidad y perdonas el pecado, que no mantienes para siempre tu cólera, pues amas la misericordia. Tú, Señor, volverás a compadecerte de nosotros y a tener piedad de tu pueblo. Destruirás nuestras culpas y arrojarás en el fondo del mar todos nuestros pecados (cfr 7,18-19)”.       “Las páginas del profeta Isaías podrán ser meditadas con mayor atención en este tiempo de oración, ayuno y caridad: "Este es el ayuno que yo deseo: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no abandonar a tus semejantes. Entonces despuntará tu luz como la aurora y tu herida se curará rápidamente; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: ´¡Aquí estoy!`. Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna; si partes tu pan con el hambriento y sacias al afligido de corazón, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como al mediodía. El Señor te guiará incesantemente, te saciará en los ardores del desierto y llenará tus huesos de vigor; tú serás como un jardín bien regado, como una vertiente de agua, cuyas aguas nunca se agotan" (58,6-11)” (MV 17).            

3. LAS PARÁBOLAS DE LA MISERICORDIA

      “En las parábolas dedicadas a la misericordia, Jesús revela la naturaleza de Dios como la de un Padre que jamás se da por vencido hasta tanto no haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la compasión y la misericordia. Conocemos estas parábolas; tres en particular: la de la oveja perdida y de la moneda extraviada, y la del padre y los dos hijos (cfr Lc 15,1-32). En estas parábolas, Dios es presentado siempre lleno de alegría, sobre todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón”.      

“De otra parábola, además, podemos extraer una enseñanza para nuestro estilo de vida cristiano. Provocado por la pregunta de Pedro acerca de cuántas veces fuese necesario perdonar, Jesús responde: "No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete" (Mt 18,22) y pronunció la parábola del "siervo despiadado". Este, llamado por el patrón a restituir una gran suma, le suplica de rodillas y el patrón le condona la deuda. Pero inmediatamente encuentra otro siervo como él que le debía unos pocos céntimos, el cual le suplica de rodillas que tenga piedad, pero él se niega y lo hace encarcelar. Entonces el patrón, advertido del hecho, se irrita mucho y volviendo a llamar a aquel siervo le dice: "¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?"?(Mt 18,33). Y Jesús concluye: "Lo mismo hará también mi Padre celestial con vosotros, si no perdonáis de corazón a vuestros hermanos"?(Mt 18,35)” (Misericordiae Vultus 9).      

“La parábola ofrece una profunda enseñanza a cada uno de nosotros. Jesús afirma que la misericordia no es solo el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus verdaderos hijos. Así entonces, estamos llamados a vivir de misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia. El perdón de las ofensas deviene la expresión más evidente del amor misericordioso y para nosotros cristianos es un imperativo del que no podemos prescindir. ¡Qué difícil es muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para vivir felices. Acojamos entonces la exhortación del Apóstol: "No permitáis que la noche os sorprenda enojados"?(Ef 4,26). Y sobre todo escuchemos la palabra de Jesús que ha señalado la misericordia como ideal de vida y como criterio de credibilidad de nuestra fe. "Dichosos los misericordiosos, porque encontrarán misericordia"? (Mt 5,7) es la bienaventuranza en la que hay que inspirarse durante este Año Santo” (Misericordiae Vultus 9).

 1. A QUIEN SE PERDONA MUCHO, AMA MUCHO: LOS DOS DEUDORES DEL ACREEDOR (Lc 7,36-50)

2. LA COMPASIÓN DE UN EXTRANJERO: EL BUEN SAMARITANO (Lc 10,25-37)      

3. EN BUSCA DE LA OVEJA Y DE LA DRACMA PERDIDAS Y ENCONTRADAS (Lc 15,1-10)      

4. UNA COMPASIÓN EXCESIVA: EL PADRE MISERICORDIOSO (Lc 15,11-32)      

5. LO OPUESTO A LA MISERICORDIA: EL RICO ANÓNIMO Y EL POBRE LÁZARO (Lc 16,19-31)      

6. ¿CUÁNDO CAMBIA EL CORAZÓN DE DIOS? EL JUEZ Y LA VIUDA (Lc 18,1-8)      

7. ¿QUIÉN ES JUSTIFICADO POR DIOS? EL FARISEO Y EL PUBLICANO EN EL TEMPLO (Lc 18,9-14)

      Lc 15,11-32: “(11) También les dijo: "Un hombre tenía dos hijos; (12) el menor de ellos dijo a su padre: ´Padre, dame la parte que me toca de la fortuna`. El padre les repartió los bienes. (13) No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. (14) Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó a pasar necesidad. (15) Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. (16) Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada. (17) Recapacitando entonces, se dijo: ´Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. (18) Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; (19) ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros`. (20) Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y le cubrió de besos. (21) Su hijo le dijo: ´Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo`. (22) Pero el padre dijo a sus criados: ´Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; (23) traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, (24) porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado`. Y empezaron a celebrar el banquete. (25) Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, (26) y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. (27) Este le contestó: ´Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud`. (28) Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo. (29) Entonces él respondió a su padre: ´Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí no me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; (30) en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado`. (31) Él le dijo: ´Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; (32) pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.

      4. LAS OBRAS DE MISERICORDIA

      “Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos. Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a  Dios por los vivos y por los difuntos” (Misericordiae Vultus 15).       “No podemos escapar a las palabras del Señor y en base a ellas seremos juzgados: si dimos de comer al hambriento y de beber al sediento. Si acogimos al extranjero y vestimos al desnudo. Si dedicamos tiempo para acompañar al que estaba enfermo o prisionero (cfr Mt 25,31-45). Igualmente se nos preguntará si ayudamos a superar la duda, que hace caer en el miedo y en ocasiones es fuente de soledad; si fuimos capaces de vencer la ignorancia en la que viven millones de personas, sobre todo los niños privados de la ayuda necesaria para ser rescatados de la pobreza; si fuimos capaces de ser cercanos a quien estaba solo y afligido; si perdonamos a quien nos ofendió y rechazamos cualquier forma de rencor o de odio que conduce a la violencia; si tuvimos paciencia siguiendo el ejemplo de Dios que es tan paciente con nosotros; finalmente, si encomendamos al Señor en la oración nuestros hermanos y hermanas. En cada uno de estos "más pequeños" está presente Cristo mismo. Su carne se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga... para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado. No olvidemos las palabras de san Juan de la Cruz: "En el ocaso de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor"” (Misericordiae Vultus 15).

 1. LAS OBRAS DE MISERICORDIA CORPORALES   1. Dar de comer al hambriento   2. Dar de beber al sediento   3. Vestir al desnudo   4. Acoger al forastero   5. Asistir a los enfermos   6. Visitar a los presos   7. Enterrar a los muertos  

2. LAS OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUALES   1. Ser vigilantes    a) Dar consejo al que lo necesita    b) Enseñar al que no sabe    c) Corregir al que yerra   2. Tener espíritu conciliador    a) Consolar al triste    b) Perdonar las ofensas    c) Soportar con paciencia a las personas molestas   3. Orar. Rogar a Dios por los vivos y por los difuntos    Mt 25,31-46: “(31) Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos sus ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria (32) y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. (33) Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. (34) Entonces dirá el rey a los de su derecha: "venid vosotros, benditos de mi padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. (35) Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, (36) estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme". (37) Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; (38) ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; (39) ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?". (40) Y el rey les dirá: "En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis". (41) Entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. (42) Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, (43) fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis". (44) Entonces también estos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?". (45) Él les replicará: "En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo". (46) Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna”.

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