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CATEQUISTAS DE LA MISERICORDIA. JACA 2016.

CATEQUISTAS DE LA MISERICORDIA

      0. A MODO DE PREGÓN      

“Los que habéis sido bautizados, los que habéis escuchado la voz del Espíritu, los que habéis acogido la revelación del Dios vivo, los que habéis descubierto que sois sus hijos, ¡adentraos en el desierto sin miedo y caminad con paso ligero! Cuaresma es ese tiempo que viene y va, tiempo para vivirlo en camino, sin instalarse, sin retenerlo, sin lamento, con la esperanza siempre a flor de piel y la mirada fija en otro tiempo, la Pascua, que es definitivo. Entrad en Cuaresma convencidos, listos para el combate, ligeros de equipaje, la mente despejada, entrañas llenas de ternura y misericordia, calzado apropiado, y mucha paciencia con vosotros mismos. Dejaos mecer por la brisa del Espíritu; poned vuestro corazón en sintonía con los latidos de Dios y el grito de los afligidos, bebed en los manantiales de la vida y no os dejéis engañar por los espejismos del desierto. Bajad del monte a los caminos de la vida, bajad sin miedo y llenos de misterio. No profanéis los templos vivos, buscad de noche como Nicodemo y, como aquellos griegos, preguntad a discípulos y amigos por Jesús y su Reino y cómo sembrarse en el campo del mundo para germinar a su estilo. Vivid la Cuaresma bien despiertos, caminando en comunidad, con fe, esperanza y amor, fijos los ojos en Jesús. ¡Daos esa oportunidad! Recibe, Señor, nuestro corazón de piedra y transfórmalo en corazón de carne. Recibe, Señor, nuestro orgullo y transfórmalo en humilde servicio. Recibe, Señor, nuestras codicias y transfórmalas en generosidad. Recibe, Señor, nuestra ceguera y transfórmala en luz. Recibe, Señor, nuestros miedos y transfórmalos en fe. Recibe, Señor, nuestras crisis y transfórmalas en madurez. Recibe, Señor, nuestros sufrimientos y transfórmalos en sacramentos”.        

1. TESTIGOS DE LA MISERICORDIA

      “La formación de los catequistas comprende varias dimensiones. La más profunda hace referencia al ser del catequista, a su dimensión humana y cristiana. La formación, en efecto, le ha de ayudar a madurar, ante todo, como persona, como creyente y como apóstol. Después está lo que el catequista debe saber para desempeñar bien su tarea. Esta dimensión, penetrada de la doble fidelidad al mensaje y a la persona humana, requiere que el catequista conozca bien el mensaje que transmite y, al mismo tiempo, al destinatario que lo recibe y al contexto social en que vive. Finalmente, está la dimensión del saber hacer, ya que la catequesis es un acto de comunicación. La formación tiende a hacer del catequista un educador del hombre y de la vida del hombre” (DGC 238).  Los catequistas, los profesores de Religión, los agentes de pastoral, han de ser testigos convencidos y convincentes de la misericordia, testigos creíbles.      

En el encuentro con los participantes en el Congreso Internacional sobre la Catequesis (Roma, 26-28 de septiembre de 2013) sobre el tema: “El catequista, testimonio de la fe”, el Papa Francisco dijo: “la catequesis es una columna para la educación de la fe, y ¡se necesitan buenos catequistas! Gracias por este servicio a la Iglesia y en la Iglesia. También a veces puede ser difícil, se trabaja tanto, se empeña y no se ven los resultados deseados, ¡educar en la fe es bello! Es quizás la mejor herencia que podemos dar: ¡la fe! Educar en la fe, para que esta crezca. Ayudar a los niños, a los muchachos, a los jóvenes, a los adultos a conocer y a amar cada vez más al Señor, es una de las aventuras educativas más bellas, ¡se construye la Iglesia! ¡“Ser” catequistas! No trabajar como catequistas, ¡eh! ¡Eso no sirve! Yo trabajo como catequista porque me gusta enseñar… pero tú no eres catequista, ¡no sirve! ¡No serás fecundo! ¡No serás fecunda! Catequista es una vocación: “ser catequista”, esa es la vocación; no trabajar como catequista. Entiendan bien, no he dicho “hacer” el catequista, sino “serlo”, porque envuelve la vida. Se guía al encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio. Recuerden aquello que Benedicto XVI nos ha dicho: “la Iglesia no crece por proselitismo. Crece por atracción”. Y eso que atrae es el testimonio. Ser catequista significa dar testimonio de la fe; ser coherente con la propia vida. Y esto no es fácil. ¡No es fácil! Nosotros ayudamos, nosotros guiamos hacia el encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio. Me gusta recordar aquello que San Francisco de Asís decía a sus frailes: “prediquen siempre el Evangelio y si fuese necesario también con las palabras”. Pero antes el testimonio: que la gente vea en sus vidas el Evangelio, pueda leer el Evangelio. Y “ser” catequistas requiere amor, amor a Cristo cada vez más fuerte, amor a su pueblo santo. Y este amor no se compra en las tiendas; no se compra ni siquiera aquí en Roma. ¡Este amor viene de Cristo! ¡Es un regalo de Cristo! ¡Es un regalo de Cristo! Y si viene de Cristo parte de Cristo y nosotros debemos volver a partir desde Cristo, de este amor que no da”.      

2. MISERICORDIAE VULTUS      

“La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo” (MV 10)      

* Tener nosotros experiencia de la misericordia de Dios:      

- “Estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros signo eficaz del obrar del Padre” (MV 3).      

- El objetivo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia es que sea “tiempo propicio para la Iglesia, para que se haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes” (MV 3).      

- “Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del amor. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner límite al amor de Dios que perdona” (MV 3).        * La misericordia nos revela el amor de Dios:      

- “La misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo” (MV 6).      

- “…por toda la eternidad el hombre estará siempre bajo la mirada misericordiosa del Padre” (MV 7).       - “Un amor que se dona y se ofrece gratuitamente” (MV 8).      

- “Lo que movía a Jesús en todas las circunstancias no era sino la misericordia, con la cual leía el corazón de sus interlocutores y respondía a sus necesidades más reales” (MV 8).      

- “En las parábolas dedicadas a la misericordia, Jesús revela la naturaleza de Dios como la de un Padre que jamás se da por vencido hasta que no se haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la compasión y la misericordia” (MV 9).      

- “En ellas (las parábolas) encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo lo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón” (MV 9).      

- “La misericordia no solo afecta al obrar del Padre, sino que se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus hijos. Por tanto, estamos llamados a vivir en misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia” (MV 9).      

- “En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios nos ama. Él da todo de sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio” (MV 14).      

* La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia:      

- “Su lenguaje y sus gestos deben transmitir misericordia para penetrar el corazón de la personas y motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al Padre” (MV 12).      

- “Para ser capaces de misericordia, entonces, debemos en primer lugar colocarnos a la escucha de la Palabra de Dios” (MV 13).      

- “La Cuaresma de este Año Jubilar ha de ser vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios” (MV 17).  

* La peregrinación:  

- “El Señor Jesús indica las etapas de la peregrinación mediante la cual es posible alcanzar esta meta: "No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará: una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque seréis medidos con la medida que midáis"?(Lc 6,37-38). Dice, ante todo, no juzgar y no condenar. Si no se quiere incurrir en el juicio de Dios, nadie puede convertirse en el juez del propio hermano. Los hombres ciertamente con sus juicios se detienen en la superficie, mientras el Padre mira el interior. ¡Cuánto mal hacen las palabras cuando están motivadas por sentimientos de celos y envidia! Hablar mal del propio hermano en su ausencia equivale a exponerlo al descrédito, a comprometer su reputación y a dejarlo a merced del chisme. No juzgar y no condenar significa, en positivo, saber percibir lo que de bueno hay en cada persona y no permitir que deba sufrir por nuestro juicio parcial y por nuestra presunción de saberlo todo. Sin embargo, esto no es todavía suficiente para manifestar la misericordia. Jesús pide también perdonar y dar. Ser instrumentos del perdón, porque hemos sido los primeros en haberlo recibido de Dios. Ser generosos con todos sabiendo que también Dios dispensa sobre nosotros su benevolencia con magnanimidad” (MV 14).            

3. OBRAS DE MISERICORDIA, UN CAMINO DE FE

      Papa Francisco: “Un efecto particular de la maternidad de la Iglesia es que ella nos educa a través de las Obras de Misericordia. Ella nos ofrece el ejemplo de los santos, pero también el de tantos hombres y mujeres sencillos. La Iglesia nos enseña a dar de comer y de beber a los que tienen hambre y sed, vestir al que está desnudo, nos enseña a estar cerca del enfermo ya sea en el hospital, en una residencia o en la propia casa, nos enseña a visitar al encarcelado mirándolo en su humanidad, pues solo la misericordia puede cambiar el corazón y hacer que una persona vuelva a insertarse en la sociedad. Por último, la Iglesia nos enseña también a estar cerca del abandonado o del que muere solo. No basta con amar solo al que nos ama. Para cambiar el mundo es necesario hacer el bien a quien no puede darnos nada a cambio, como Dios Padre hizo con nosotros entregándonos a Jesús”.       Corporales Espirituales Dar de comer al hambriento. Muchas personas, por distintos motivos, tienen necesidad de alimentos. No nos corresponde juzgarles sino ayudarles. Enseñar al que no sabe. Además de asistirles debemos enseñarles a realizar por ellos mismos aquellos que no saben. Enseñemos también a orar, a perdonar, a perdonarse, a compartir, etc. Dar de beber al sediento. Calmar la sed de nuestros hermanos: sed física, sed de Dios… Dar buen consejo al que lo necesita. Esto no es simplemente dar una palabra de aliento, sino hablar desde lo que el Espíritu suscita, para ello es necesario cultivar en nosotros la oración. Visitar a los enfermos. Muchos hermanos viven con tristeza y desconsuelo el momento de su enfermedad. Necesitan una palabra de aliento o un rato de compañía. Corregir al que se equivoca. Evitar la burla y ayudarlo con amor fraternal para que no le vuelva a ocurrir. Dar posada al peregrino. Ayudar a que todos podamos tener un techo digno, y colaborar para el que no lo tiene pueda ser acogido y ayudado. Perdonar al que nos ofende. Una de las más difíciles, tanto, que Jesús ha hecho que lo pidamos cada vez que rezamos el Padre- nuestro: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros…” Vestir al desnudo. Esto no es dar lo que me sobra, sino compartir de lo que tengo. Consolar al triste. Dios es consuelo para el triste, pero ha querido valerse de nosotros para consolar a los demás. Visitar a los encarcelados. No convertirnos en otros jueces para ellos sino en hermanos que les tienden su mano para ayudarles a reorientar sus vidas Sufrir con paciencia los defectos de los demás. Pero cuando estos causan más daño que bien, con mucha caridad, debe hacerse la corrección fraterna. Enterrar a los muertos. Esto no significa olvidarlos, sino todo lo contrario, esta obra de misericordia nos lleva a otra en la que se nos invita a rezar por los vivos y los muertos. Orar por los vivos y difuntos. Cada oración que hacemos por alguien es una intercesión, una manera de acercar al otro a Dios.

      El Año Santo de la Misericordia nos invita a vivir de manera extraordinaria lo que debe ser ordinario en la vida de todo cristiano. No caigamos en el error de ver pasar este tiempo como un año intenso, de buenos propósitos, de conversión y cambio, a la espera de que el próximo año podamos “pasar a otra cosa”. Vivamos este año como una verdadera oportunidad de dejarnos impregnar por la fragancia de la misericordia de Dios en nosotros, de tal manera que su aroma nunca pueda desaparecer de nuestra vida. Poniendo la mirada en Jesús, la misericordia no solo nos lleva a inclinarnos, sino que nos ha de mover a involucrarnos en el sufrimiento del hermano. No podemos quedarnos en una mera contemplación de la miseria o el sufrimiento, sino que la misericordia nos lleva a vivir el amor más en las obras que en las palabras.      

Pero ¿cómo vivir estas obras de misericordia manifestando hoy el amor que las impulsa y nos mueve? ¿Cómo dar hoy de comer y beber al sediento? ¿Cómo descubrir su rostro? ¿A quién y cómo acompañar en la postración de su enfermedad? ¿Cómo acompañar, con la sinceridad del amor, a quien ha sido privado de su libertad? ¿Qué significado puede tener enterrar a los muertos cuando la muerte carece de sentido y es algo de lo que mejor no hablar?      

“Es el amor lo que da precio a todas nuestras obras; no es por la grandeza y multiplicidad de nuestras obras por lo que agradamos a Dios, sino por el amor con que las hacemos” (S. Francisco de Sales).            

4. ESPACIO PARA REFLEXIONAR      

1. EL LEÓN Y EL RATÓN : Había una vez un ratón que vivía en la selva. El ratoncito andaba siempre de un lado para otro buscando comida. Un día que estaba husmeando tras unos árboles, se encontró con un enorme león. El león dormía plácidamente. Por eso, el ratón no se asustó y comenzó a juguetear con él: le tiraba de la cola, le tocaba su enorme melena… Hasta que, de pronto, le león se despertó ¡y atrapó al ratón entre sus garras! El león, muy enfadado, le dijo: -Ratón, ¿cómo te atreves a molestarme? ¡Yo soy el rey de la selva! -¡Perdón, majestad! -Suplicó el ratoncillo-. No volveré a hacerlo. Y el ratón, muy asustado, continuó diciendo: –Si me dejáis marchar, os estaré siempre agradecido. Y si algún día necesitáis mi ayuda, acudiré estéis donde estéis. Entonces, el león le contestó: -Ja, ja, ja… ¡Pero qué atrevido eres! ¿Cuándo voy a necesitarte yo? ¿No ves que soy mucho más grande y más fuerte que tú? Pero al león le hizo tanta gracia la valentía del ratoncillo que le dejó marchar. Y el ratón se alejó de allí rápidamente. ¡No acababa de creerse la suerte que había tenido! Al cabo de los días, el león quedó atrapado en la red de unos cazadores. Luchó con todas sus fuerzas para salir de la trampa, pero era imposible. ¡Cada vez se liaba más en la red! Desesperado, el león rugió bien fuerte. De pronto, junto a él oyó una vocecilla, ¡la del ratón!: -Majestad, ¿puedo ayudaros en algo? -¡No creo! -dijo el león con pesar. El ratón le contestó: -Os equivocáis, majestad. ¡Yo puedo roer las cuerdas con mis dientes! Y dicho y hecho. Comenzó a roer la red hasta hacer un gran agujero. El león, asombrado, consiguió al fin escapar de la red. ¡El ratoncillo le había liberado de la trampa! -No sé cómo darte las gracias –le dijo el león, emocionado. Entonces, el ratón contestó: -No he hecho más que devolverle el favor. Usted, majestad, me dejó marchar, y yo le prometí que algún día le ayudaría si lo necesitaba. ¿Ve cómo ha llegado esa oportunidad? -¡Tienes razón! -Le dijo el león con ternura–. ¡Nunca creí que un animal tan pequeño como tú pudiera ayudarme! Y, desde ese día, le león y el ratón se hicieron muy, muy buenos amigos.

      2. ORACIÓN      

Creer de corazón y de palabra.      

Creer con la cabeza y con las manos.      

Negar que el dolor tenga la última palabra.      

Arriesgarme a pensar      

que no estamos definitivamente solos.      

Saltar al vacío      

en vida, de por vida,      

y afrontar cada jornada      

como si Tú estuvieras.      

Avanzar a través de la duda.      

Atesorar, sin mérito ni garantía,      

alguna certidumbre frágil.      

Sonreír en la hora sombría      

con la risa más lúcida que imaginarme pueda.     

  Porque el Amor habla a su modo,      

bendiciendo a los malditos,      

acariciando intocables      

y desclavando de las cruces      

a los bienaventurados.      

(José Mª R. Olaizola, sj)

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