Comentario al evangelio. Corpus Christi, ciclo C.

     Hoy, día del Corpus, es el día de la Caridad. Si no queremos romper el “Cuerpo del Señor”, es necesario ver la íntima relación que existe entre el Cuerpo físico y el Cuerpo Místico; entre el amor a Cristo y el amor concreto a nuestros hermanos.
     San Juan Crisóstomo hace una hermosa relación entre la Eucaristía del altar y la eucaristía del hermano: ¿De qué sirve adornar la Mesa de Cristo con copas de oro, si Él está muriendo de hambre? Empieza por saciar al hambriento y después, con lo que te sobra, adorna también su mesa…Pero, al adornar la mesa, no olvides al hermano necesitado, porque este templo vale más que aquel.
     En este evangelio, veamos las distintas posturas de los discípulos y Jesús.


     1.- Dicen los discípulos: Despide a la gente. ¡Que se vayan! A pesar de haber pasado veinte siglos, las posturas apenas han cambiado. Los pobres nos molestan, nos estorban, nos sacan de nuestras casillas, o  mejor, de nuestras casas de confort, de nuestra comodidad. ¡Que se vayan! Que se vayan a Cáritas, a la Cruz Roja… Todo menos implicarnos y comprometernos. Lo peor de todo es que ese hombre “encorvado” por la dureza de la vida, nos sorprende en una solemne Procesión del Corpus, después de haber comulgado muy devotamente en la Misa. ¿Qué dice Jesús? «Dadles vosotros de comer». Y ese “vosotros” nos afecta directamente hoy a nosotros, los seguidores de Jesús. Los problemas de los hombres y mujeres de este mundo son problemas de “nuestros hermanos” y deben romper la piel que protege nuestras seguridades. A Jesús los problemas de la gente le afectaban tanto que “le daba un vuelco el corazón”.


     2.- No tenemos más que cinco panes y dos peces. Es la clásica excusa de siempre. Este problema lo tienen que solucionar los jefes de los Estados más ricos del mundo. Y, mientras tanto, los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres… ¿Qué dice Jesús?  Traedme los cinco panes y los dos peces.  Jesús quiere que compartamos lo poco que tengamos. El día en que todos, en una hermosa cadena de solidaridad, nos diéramos la mano, ya no habrá más  manos pidiendo pan. En las primeras comunidades no había personas necesitadas porque “el que tenía más daba al que menos tenía”. (Hech. 4,34). Naturalmente que esta actitud era fruto de una conversión. En aquella comunidad, “Tenían un solo corazón y una sola alma”. Jesucristo no vino a decirnos lo que teníamos  que hacer, sino lo que teníamos que ser, es decir, HERMANOS. La solidaridad cristiana es fruto de la fraternidad.


     3.- Y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos.Para los que hemos estado en países de misión y hemos palpado de cerca la pobreza y la miseria, este trozo del evangelio no lo podemos pasar por alto. Sabemos que en los países más desarrollados, nos sobran muchas cosas. Nos sobra comida, vestidos, zapatos, y un montón de cosas superficiales. Entonces, no con lo que nosotros necesitamos, sino con lo que a nosotros “nos sobra” se puede acabar el hambre en el mundo. 

     Sucedió a la salida de Misa de un Domingo cualquiera. Nietzsche, vio salir del templo a unos burgueses con caras  largas, aburridas, y, por supuesto, sin ningún tipo de compromiso social. El filósofo lanzó  aquella célebre frase: “Otras canciones deberían cantarme a mí los cristianos para que yo creyera en un Cristo Salvador”.

     En el día del Corpus, no está mal el recordar a todos los cristianos que aquellos que creemos en la Eucaristía, debemos cantar al mundo otras canciones: las canciones de la alegría, la esperanza, la solidaridad, la fraternidad. Y, cuando todo esto lo cumplamos, celebraremos de verdad LA FIESTA DEL CORPUS.

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