El buey y el asno reconocen al Señor. (2-12-2012)

EL BUEY Y EL ASNO RECONOCEN AL SEÑOR

Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
El último libro de Benedicto XVI, titulado “La infancia de Jesús”, ha suscitado un debate sobre la presencia del buey y el asno en el pesebre. En las páginas 76 y 77 de la edición española, encontramos la explicación, que se resume en estos puntos:
1) El pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen.
2) En el Evangelio no se habla en este caso de animales. No los mencionan ni san Mateo ni san Lucas, los dos únicos evangelistas que narran el nacimiento de Jesús en Belén.  
3) La meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3: “El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende”.
Los Padres de la Iglesia interpretaron este texto como una profecía referida al Nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia constituida a partir de los judíos y gentiles. Ante Dios, tanto unos como otros, eran como bueyes y asnos, sin razón ni entendimiento. Pero el Niño del pesebre les ha abierto los ojos, para que reconozcan la voz de Dios.
4) También pudo influir en la tradición la traducción griega de Habacuc 3,2: “En medio de dos seres vivientes… serás conocido; cuando haya llegado el tiempo aparecerás”.
5) Los dos seres vivientes aluden a los dos querubines sobre la cubierta del Arca de la Alianza que indican y esconden a la vez la misteriosa presencia de Dios. En las instrucciones sobre la construcción del santuario, el Señor le dice a Moisés: “Harás dos querubines cincelados en oro para los dos extremos del propiciatorio. (…) Los querubines extenderán sus alas por encima, cubriendo con ellas el propiciatorio. Estará uno frente a otro, mirando al centro del propiciatorio” (Ex 25,18-20). El propiciatorio era la plancha de oro sobre el Arca, encima de la cual el Señor se hacía presente de modo especial.
6) El pesebre sería como una representación del arca de la Alianza, en la que Dios, misteriosamente custodiado, está entre los hombres y ante el cual ha llegado la hora del conocimiento de Dios para la humanidad, compuesta por judíos y gentiles, representada en el buey y el asno.
7) En la conexión entre los tres textos bíblicos mencionados y el pesebre, los dos animales son como una representación de la humanidad, desprovista de entendimiento, pero que llega al conocimiento ante el Niño, humilde aparición de Dios en el establo. En la pobreza de este nacimiento recibimos la epifanía, la manifestación de Dios, que nos enseña a ver.
8) La iconografía cristiana ha captado muy pronto este motivo. En el siglo III, Orígenes escribió: “El buey es un animal puro, mientras que el asno es impuro… El pueblo de Israel no conoció el pesebre de su Maestro, en cambio un animal impuro llegó desde los gentiles…”. En la Navidad de Greccio de 1223, por indicación de san Francisco de Asís, aparecían el buey y el asno. En las representaciones navideñas medievales ambos animales tienen rostros casi humanos. De forma consciente y reverente, se ponen de pie y se inclinan ante el misterio del Niño. Se les abren los ojos y reconocen a su Señor.
9) Benedicto XVI concluye su explicación con estas palabras: “Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno”.
El buey y el asno no son un mero producto de la imaginación piadosa, sino que se han convertido en acompañantes del acontecimiento de la Navidad, en virtud de la fe de la Iglesia en la unidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

 

+Julián Ruiz Martorell, obsipo de Jaca y de Huesca

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