Cartas del Padre Pedro (VIII):. Dios te salve María (21-9-2025))

Cartas del Padre Pedro (IX): Dios te Salve María.

+ P. Pedro Aguado, obispo de Jaca.

Os he estado escribiendo sobre los artículos de fe del Credo, que son nuestras convicciones, nuestra fe y nuestra esperanza. Pero no me gustaría cerrar esas cartas sin una referencia, cariñosa y agradecida, a María. La citamos en el Credo como Madre de Jesús, nuestro Señor. El amor a María, un amor filial a quien es nuestra Madre, forma parte esencial de la experiencia de fe del Pueblo de Dios.

En innumerables ciudades y pueblos de nuestra geografía celebramos a María Santísima, con fe y devoción. Y también con alegría festiva y social. Quisiera acercarme a esta experiencia cristiana ofreciéndoos alguna palabra sobre María, madre de los creyentes.

Quizá de las cosas que más me apasionan de María es su itinerario. Vale la pena pensarlo. En primer lugar, María fue creyente. Porque creyó y confió, fue madre. Luego fue educadora. Y después discípula de su propio Hijo y testigo de su mensaje. Pero todo su itinerario tuvo un centro: Cristo Jesús, el Señor.

Por mucho que busquéis en el Evangelio, no encontraréis una narración de algo que nos gustaría mucho leer: un encuentro de Jesús resucitado con María, su madre. Para creer, María no necesitó algo diferente de lo que necesitamos nosotros, de lo que tú has necesitado: el testimonio de los discípulos y la luz del Espíritu Santo. Por eso, María es madre de los creyentes, tu madre, nuestra madre.

Me gusta contemplar a María en la narración de las bodas de Caná, escrita por Juan como pórtico de las “señales de salvación” que se nos proponen en el cuarto Evangelio. Es precioso el consejo que María da a los encargados de la boda. Es un consejo para todos nosotros: “haced lo que Él os diga”.

Quedémonos con este consejo, con esta preciosa pista para nuestra fe: tratemos de vivir según los valores y las propuestas de Jesús, según su ejemplo y testimonio, según su modo de amar y de caminar. Esto significa celebrar a María.

Sé que uno de los objetivos de estas cartas semanales es que podáis conocer, poco a poco, el modo de pensar y de creer del obispo. Por eso, termino esta sencilla carta con una confidencia espiritual: la oración a María que rezo, cada día, al final de la celebración de la Eucaristía. Me gusta compartirla. La hago siempre en silencio. Ojalá, poco a poco, la podamos rezar en comunidad.

A tu amparo y protección,

Madre de Dios, acudimos.

No des oigas nuestros ruegos

y de todos los peligros,

Virgen gloriosa y bendita,

defiende siempre a tus hijos”.

Gracias por vuestra ayuda y que Dios os bendiga.

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