Comentario evangélico. Domingo 5 Pascua, ciclo B.

Que mi evangelio permanezca en vosotros

     Y el único modo de que permanezca, como los sarmientos permanecen unidos a la vid, es si se hace alimento, si se hace pan. Si se come. Si se comulga. Para comprender la unión íntima con el Padre que se da por el Hijo y en el Espíritu, al mismo tiempo que oímos decir a Jesús “yo soy la verdadera vid”, hemos de escuchar “yo soy el pan vivo”.

     Este convencimiento acerca de la unidad entre sagrada Escritura y sagrada Eucaristía no es una idea propia, sino que es la experiencia de la iglesia, manifestada últimamente por el papa emérito Benedicto XVI cuando en la exhortación Verbum Domini escribe que “la Palabra de Dios se hace sacramentalmente carne en el acontecimiento eucarístico”. Esta unidad palabra/cuerpo nos permite acercarnos también a la unidad propia de nuestro ser humano: somos alma/cuerpo, espíritu encarnado. Y también nos permite iluminar esa cuestión compleja de la unidad de vida, o de la unidad entre fe y acción. Para un cristiano, “permanecer” en el Señor es “guardar sus palabras”, pero también es vivir su misma vida, comulgar, llevando en el cuerpo la muerte y la vida de Jesucristo. No es un mero portar el pan comulgado, como lo contiene una patena. Es más: es dejar que ese pan comulgado me convierta en presencia de Dios en el mundo.

       De nada serviría una mera comunicación del mensaje de Jesús, si no hubiera comunión: sería una mera tradición ideológica. De nada serviría un mero comer el pan, si no hubiera una palabra que permanece en nosotros: la eucaristía se convertiría en un banquete pagano. Palabra y pan. Ver y tocar. Escuchar y comulgar. No se puede dar lo uno sin lo otro. Esa falsa dicotomía entre cristianos de la Palabra y cristianos de los sacramentos es un engañoso ardid de no sé quien, para dividir lo que nunca debió dividirse: la Iglesia. Y en los últimos decenios, otra fatal escisión entre católicos ortodoxos y católicos ortoprácticos. O un cristiano se esfuerza en responder a su vocación como miembro de la iglesia y formando parte de ella o no es cristiano. Sencillamente, no es cristiano.

        Parece que hoy damos un nuevo paso en la pascua, las lecturas están elegidas en clave eucarística y como una preparación para recibir inminentemente al Espíritu de los siete dones. La savia que une la vid con los sarmientos, Cristo con los cristianos, es el Espíritu. Y este Espíritu es quien hace que el pan y el vino sean el cuerpo y la sangre del Señor. Él es quien hace que esta asamblea sea iglesia y nosotros, hijos de Dios. Con María, permanecemos en el cenáculo a la espera del que nos lo explicará todo.

+José Antonio Calvo Gracia

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