Iglesia Misionera (16-10-2011)

IGLESIA MISIONERA

      Queridos hermanos en el Señor:
      Os deseo gracia y paz.
     
      La Iglesia está efectiva y concretamente al servicio del anuncio del Evangelio. “Evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 14).
      “Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad” (EN 18). Se trata de “alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación” (EN 19). Lo que importa es “evangelizar -no de una manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus misma raíces- la cultura y las culturas del hombre” (EN 19).
      Un aspecto imprescindible de la acción evangelizadora de las parroquias y comunidades es la misión “ad gentes”, la misión universal de la Iglesia, como destacaba el Concilio Vaticano II: “La gracia de la renovación en las comunidades no puede crecer si no dilata cada una de ellas los campos de la caridad hasta los confines de la tierra y no tiene de los que están lejos una preocupación semejante a la que siente por los propios miembros” (Ad Gentes, 37).
      La tarea evangelizadora está motivada por la esperanza cristiana. Lo decía el beato Juan Pablo II: “La esperanza cristiana nos sostiene en nuestro compromiso a fondo para la evangelización” (Redemptoris Missio, 86). La misión “sigue siendo difícil y compleja, como en el pasado, y exige igualmente la valentía y la luz del Espíritu” (RMi 87).
      En su “Mensaje” para la “Jornada Mundial por la evangelización de los pueblos”, Benedicto XVI afirma: “el incesante anuncio del Evangelio vivifica también a la Iglesia, su fervor, su espíritu apostólico; renueva sus métodos pastorales para que sean cada vez más apropiados a las nuevas situaciones -también las que requieren una nueva evangelización- y animados por el impulso misionero: "La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola! La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal" (Juan Pablo II, Redemptoris Missio, 2)”.
      Hemos de vivir gozosa e intensamente nuestra condición de Iglesia misionera. El Señor sigue diciendo con urgente y palpitante actualidad: “Así os envío yo” (Jn 20,21). Se trata de una tarea que concierne a todos, que abarca todo y que nos compromete siempre. Escribe el Santo Padre: “Es importante que tanto los bautizados de forma individual como las comunidades eclesiales se interesen no sólo de modo esporádico y ocasional en la misión, sino de modo constante, como forma de la vida cristiana”.
      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+ Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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