Oramos por los seminaristas (22-3-2015)

ORAMOS POR LOS SEMINARISTAS

      Queridos hermanos en el Señor:      

      Os deseo gracia y paz.

      En esta semana nos acordamos de un modo especial de los que se preparan en el Seminario para dedicar toda su vida al seguimiento del Señor y al anuncio de su palabra y de su persona como sacerdotes, testigos cualificados de la Buena Noticia, evangelizadores con Espíritu y discípulos misioneros.  La sociedad actual ofrece un abanico de propuestas para el desarrollo de la personalidad. Existe una perspectiva peculiar para algunos jóvenes que han experimentado el entusiasmo por Jesucristo y su misión salvadora. No se trata de una opción más, sino de un itinerario de seguimiento que, poco a poco, va configurando a la persona con la vida del Señor, su modo de pensar y de sentir, su manera de actuar y de hablar, su característica forma de vivir y de entregarse.      

     Para ser sacerdote se requieren unas cualidades que se van desarrollando, con la ayuda del Señor, a lo largo de un proceso sereno de acompañamiento y discernimiento. El sacerdocio es una hermosa aventura que tiene su origen en la sed de Dios que se halla inscrita en lo profundo de cada ser humano. Una aventura que va creciendo y desarrollándose.        

     Seminaristas, profesores y formadores constituyen una comunidad viva, dinámica, en camino. En el Seminario se vive y se convive desde el deseo de consagrarse a la verdad, de crecer en las virtudes, de alcanzar la armonía entre los proyectos y la realidad, el equilibrio entre los ideales y la construcción cotidiana de la personalidad, la adecuada integración entre las palabras y las obras.      

      El Seminario es un período importante de la vida de los futuros sacerdotes, pues se van configurando con Jesucristo a través de la fidelidad a la oración personal y litúrgica; la meditación asidua de la Sagrada Escritura; la participación frecuente en el sacramento de la Reconciliación; la celebración diaria de la Eucaristía, vivida como el centro de la propia vida; el cultivo de la dimensión comunitaria como apertura a la convivencia fraterna; el estudio riguroso de las disciplinas filosóficas y teológicas, en una sólida formación completa y unitaria, sistemática y orgánica; el aprendizaje pastoral a través de la experiencia concreta que conecta con los proyectos y las vivencias de toda la Diócesis.       

      En la Palabra de Dios los seminaristas descubren el estilo que caracteriza a Jesucristo, el Buen Pastor, aprenden a servir, con desprendimiento personal y caridad pastoral, a todas las personas que el Señor pone junto a ellos, y son fortalecidos con la gracia para superar las adversidades y las incertidumbres.      

       Los seminaristas, con recta intención, con transparencia de espíritu, con obediencia sincera, al margen de cualquier otro interés, caminan hacia el sacerdocio movidos únicamente por la voluntad de ser auténticos discípulos y misioneros de Jesucristo, al que harán presente con su ministerio y con el testimonio de sus vidas.      

      Damos gracias al Padre por la llamada que ha dirigido a los seminaristas. Agradecemos también el don interior que capacita a cada joven llamado para responder con decisión y valentía a Jesucristo. Y expresamos gratitud al Espíritu Santo por el regalo de la perseverancia en el camino de formación que se realiza en el Seminario.            

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

We use cookies
Este portal web únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su conocimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas este portal web que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos.