Alimentar la fe y crecer en la caridad (17-2-2013)

ALIMENTAR LA FE Y CRECER EN LA CARIDAD Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz. En el Año de la Fe, Benedicto XVI dedica su “Mensaje para la Cuaresma” a meditar sobre la relación entre fe y caridad, entre creer en el Dios y Padre de Jesucristo y el amor, fruto de la acción del Espíritu Santo que nos guía por un camino de entrega a Dios y a los demás. Conviene que nos detengamos en algunas de las reflexiones más importantes de este importante y sugerente “Mensaje”. La fe constituye una adhesión personal a la revelación del amor gratuito y “apasionado” de Dios por nosotros. Siempre es necesaria la fe, el encuentro con Dios en Cristo que suscita el amor y abre el espíritu al prójimo. El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo y movido por este amor. La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor. Toda la vida cristiana consiste en responder al amor de Dios. La primera respuesta es precisamente la fe, acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa divina que nos precede y nos reclama. Sin embargo, Dios no se contenta con que nosotros aceptemos su amor gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos. Cuando dejamos espacio al amor de Dios, nos hace semejantes a Él, partícipes de su misma caridad. Abrirnos a su amor significa dejar que Él viva en nosotros y nos lleve a amar con Él, en Él y como Él; sólo entonces nuestra fe llega verdaderamente “a actuar por la caridad” (Ga 5,6). La fe es conocer la verdad y adherirse a ella; la caridad es “caminar” en la verdad. Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad. La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica. No podemos separar ni oponer fe y caridad. El celo de los apóstoles en el anuncio del Evangelio que suscita la fe está estrechamente vinculado a la solicitud caritativa respecto al servicio de los pobres (cf. Hch 6,1-4). La prioridad corresponde siempre a la relación con Dios y el verdadero compartir evangélico debe estar arraigado en la fe. La mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el “servicio de la Palabra”. Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio. La Cuaresma nos invita a alimentar la fe y a crecer en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo. En un profundo punto titulado “Prioridad de la fe, primado de la caridad”, Benedicto XVI destaca que la fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a la voluntad del Padre e infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe graba en el corazón y la mente la firme convicción de que precisamente este Amor es la única realidad que vence el mal y la muerte. La caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo, nos hace adherirnos de modo personal y existencial a la entrega total y sin reservas de Jesús al Padre y a sus hermanos. Recibid mi cordial saludo y mi bendición. +Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca
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