Comentario al evangelio. Domingo 4º Pascua, ciclo C
Afortunados
Es el Buen Pastor.
Quien nos conoce, nos cuida y nos da la vida. Una vida, esta de la tierra, que contiene en sí el germen de la eternidad, pues la promesa es de vida eterna. Es el Buen Pastor, Jesucristo. Así nos lo presenta el texto de hoy, tomado del capítulo 10 del evangelio de san Juan. Hoy escuchamos solo tres versículos pero lo interesante sería leer el texto completo (Juan 10,1-19). Si así lo hacemos, escucharemos de labios de Jesús esta afirmación principal: “Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da la vida por sus ovejas” (Jn 10,11). Habiendo encuadrado nuestro texto vamos a tratar de iluminarlo como palabra de Dios para nosotros hoy.
Es el Pastor universal, para todos.
Empieza Jesús hablando de “mis ovejas”. En el contexto de este discurso sabemos que sus oyentes no solo son sus discípulos sino también los fariseos, declarados enemigos de Jesús. Entonces, estas palabras ¿no son aplicables a los fariseos? ¿Jesús es solo el buen pastor de “sus ovejas”? No, afortunadamente no. Dios quiere que todos sus hijos se salven, todos, hasta los que no quieren creer en él. Pero hay otro versículo del mismo capítulo 10 de san Juan que pone clara luz a esta cuestión: “También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor” (10.16). Estas palabras de Jesús nos han de prevenir contra cualquier atisbo de arrogancia. Los cristianos no somos más que nadie. Sí, somos unos afortunados porque formamos parte del redil del Buen Pastor. Pero a los que están fuera de este redil también Dios los quiere apasionadamente. Nuestra labor podría ser, en cambio, intentar acercar a esos hombres al redil de Cristo. Para que lo puedan conocer, y conociéndolo lo amen.
Escuchar y seguir al Buen Pastor.
Y ¿qué dice Jesús a sus ovejas? Las define. Las características de las ovejas de Jesús son dos: escuchar su voz y seguirle. A continuación nuestro texto define lo que el Buen Pastor hace por sus ovejas: las conoce, hará que no mueran para siempre, las conservará siempre a su lado. Es indudablemente más lo que hace el Pastor por sus ovejas que no al contrario. Todo esto Jesús lo hace no con su fuerza, sino con la fuerza de Dios Padre. El evangelio de Juan es el evangelio que más resalta la estrecha relación que hay entre el Padre y el Hijo. Aquí está relación está afirmada con toda solemnidad: “Yo y el Padre somos uno”. Jesús trata a sus ovejas con el amor del Padre. En el cariño de Jesús hacia sus ovejas (hacia todas) vislumbramos y experimentamos cómo es el corazón de nuestro Creador. Jesucristo es el Buen Pastor que se mezcla con sus ovejas hasta el extremo de dar la vida por ellas. ¿Qué podemos añadir? Quizás una sencilla oración: gracias, Señor, muchas gracias por ser nuestro Buen Pastor.
Rubén Ruiz Silleras