Comentario evangélico. Domingo 28 Ordinario, ciclo B.
De ricos y pobres
Dos categorías que no sólo dividen a la humanidad, sino que con demasiada frecuencia provocan modos distintos y enfrentados de pensar la misión de la iglesia. ¿Cómo solucionar la dicotomía? Viendo la relación que existe entre la persona y los bienes materiales abundantes o escasos. De este modo resultan distintas posibilidades: ricos que confían en sus riquezas; ricos que entregan su vida; pobres ricos en Dios; pobres cuyo único fin es ser ricos...
Preferir la sabiduría “a cetros y tronos”, una clave para la vida cristiana. ¿En qué consiste esta sabiduría que trae con ella “todos los bienes juntos”? En gustar a Dios, al mismo Dios, entendiendo cómo el resto de los seres, incluido mi propio ser, sólo tiene sentido en Dios. Esta sabiduría pone las cosas en su sitio y, por eso, aporta sosiego y sensatez a la persona en la que habita. No lo olvides, es un don del Espíritu Santo: es un regalo. Si Dios ve que lo deseas con toda el alma, te lo concederá como un precioso regalo.
“¡Qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!”. Esta frase del Señor la firmamos todos, ¿pero quién pone en ella su seguro de vida? Probablemente te fíes más de tu pensión o de la Seguridad Social o de tu patrimonio, porque piensas que necesitas todo esto para vivir. Quizá, aunque vivas austeramente, estés atesorando buenos dineros para que tus herederos se encuentren con una pequeña fortuna. Y mientras tanto, ¿dónde están los pobres? Lo de Jesús con el joven rico no es una anécdota: es tu historia. A ti, que también quieres seguirle, te está mirando con cariño. A ti es a quien ahora está diciendo “una cosa te falta: vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme”. Yo no sé qué es lo que tienes que vender o si ya lo has dado todo, pero es importante que sientas el tirón de la pobreza. Si no te has negado a ti mismo en tus gustos y planes, no has dado nada. Aunque te hayas dejado quemar vivo. Sin caridad, no sirve de nada.
María, la del Pilar, consuela a los pobres y anima a los que lo han dado todo a que sigan dándose más. En definitiva, ella puede enseñarte a recorrer el camino de los pobres para el mundo, que son infinitamente ricos para el cielo.
José Antonio Calvo Gracia