Comentario evangélico. Domindo 25 Ordinario, ciclo B.
Matrícula abierta
“El que quiera seguirme...”, “el que quiera ser primero…”. Cruz y servicio son las respuestas de Jesús a la voluntad de sus discípulos. Respuestas muchas veces no comprendidas y otras tantas rechazadas. Pero esto no debe paralizarnos: si no entiendes, si la voluntad de Dios te echa para atrás, antes de abandonarte en tus propias emociones y aburrimientos, abandónate en sus poderosas manos de padre, en sus tiernas entrañas de madre. Pídele que te enseñe cómo la contrapartida de la cruz y el servicio es la bienaventuranza. Pídele que te muestre que la cruz y el servicio son el camino a recorrer, que la bienaventuranza es cielo eterno.
Sin duda, que con la meditación y la contemplación de estos pensamientos tenemos materia suficiente para toda la semana que hoy comienza, pero quiero introducir otros dos puntos de oración: la intimidad del Maestro con sus discípulos y la acogida de los niños. Jesús camina por Galilea y no quiere que nadie se entere, “porque iba instruyendo a sus discípulos”. Jesús también quiere instruirnos y de un modo concreto: por supuesto que nos habla en la vida y en los acontecimientos, pero su enseñanza -las explicaciones- nos las da en la oración diaria personal y en los sacramentos, principalmente en la eucaristía y en la penitencia. Estamos en comienzo de curso: ¿por qué no te matriculas, si aún no lo has hecho, en la escuela de Jesús?
Acoger a los niños es acoger al mismo Cristo y acoger al Padre, que lo ha enviado. ¿Cómo acogemos a los niños? En seguida hemos de pedir perdón por los niños que han sido utilizados vilmente por algunos miembros del clero. Nunca podremos cansarnos de pedir perdón. Pero pensemos también en nuestras familias, las catequesis, en las pastorales de familia, en las clases de Religión y en las escuelas católicas. ¿Les enseñamos como Cristo nos enseña a nosotros? Él no se guarda cartas en la manga, las pone bien visibles sobre la mesa. Claro que nos va llevando gradualmente y el Espíritu nos va guiando hasta la verdad plena, nos va dando cada vez más confidencias. ¿Cómo lo hacemos nosotros? No menospreciemos a los niños, son tan capaces de Dios como los adultos. Incluso, más. Que sean ellos destinatarios privilegiados de nuestro anuncio y nuestra oración, que vean nuestra alegría y nuestra piedad.
María, con todas sus mercedes, nos dirá cómo servir y cómo tratar a los pequeños.
José Antonio Calvo