"Dime cómo rezas y te diré cómo vives" (18-9-2016)
“DIME CÓMO REZAS Y TE DIRÉ CÓMO VIVES”
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
En su viaje apostólico a México, el 16 de febrero de este año, en la homilía de la Santa Misa con sacerdotes, religiosas, religiosos, consagrados y seminaristas, el Papa Francisco afirmó: “Hay un dicho entre nosotros que dice así: "Dime cómo rezas y te diré cómo vives, dime cómo vives y te diré cómo rezas", porque mostrándome cómo rezas, aprenderé a descubrir el Dios que vives y, mostrándome cómo vives, aprenderé a creer en el Dios al que rezas"”.
En el desarrollo de estas frases, el Santo Padre nos dejó algunas lecciones importantes:
1) Nuestra vida habla de la oración y la oración habla de nuestra vida.
2) A rezar se aprende, como aprendemos a caminar, a hablar, a escuchar.
3) La escuela de la oración es la escuela de la vida y en la escuela de la vida es donde vamos haciendo la escuela de la oración.
La oración va creciendo conforme crece nuestra vida. Hay una experiencia inicial que hemos recibido en la familia y se va enriqueciendo en el contacto con la parroquia y las comunidades cristianas, y en la apertura a nuevos horizontes como la escuela, los grupos de oración y el testimonio de la comunidad eclesial que vive y celebra la fe, y reza con perseverancia y confianza.
San Pablo exhorta a Timoteo a vivir la fe con estas palabras: “Evoco el recuerdo de tu fe sincera, la que arraigó primero en tu abuela Loide y en tu madre Eunice, y estoy seguro que también en ti” (2 Tim 1,5). Hemos recibido de nuestros mayores una fe sincera y de ellos hemos aprendido a rezar de corazón.
Jesús, para introducir a sus discípulos en el misterio de su Vida, les mostró en todo momento -comiendo, durmiendo, curando, predicando, rezando- qué significa ser Hijo de Dios. Les invitó a compartir su vida, su intimidad y, estando con Él, les hizo tocar en su carne la vida del Padre. Les hizo experimentar en su mirada, y en todo su camino, la fuerza y la novedad de decir: “Padre nuestro”. En labios de Jesús, esta expresión no suena a rutina, ni a repetición, sino que tiene sabor a vida, a experiencia, a autenticidad.
Jesús nos invita, también a nosotros, a participar de su vida; nos invita a introducirnos en su corazón, un corazón que reza y vive diciendo: “Padre nuestro”. Son palabras nuevas que comunican una relación inédita, absolutamente novedosa y transformadora. El “Padre nuestro” es la síntesis de todo el Evangelio, el resumen de todas las palabras de Jesús, la vivencia fundamental de la presencia del Padre que nos manifiesta su iniciativa de amor y nos asegura su constante presencia y cercanía.
Es preciso aprender a decir “Padre nuestro” sin prisa, siendo plenamente conscientes del significado de estas palabras y dejándonos configurar por dentro por un amor que nos inunda, nos transforma y nos compromete.
Vivimos en una sociedad sin padre, por el rechazo explícito de la relación de la paternidad que nos precede, el olvido desmemoriado de nuestra condición de hijos y el oscurecimiento de nuestra dignidad de seres creados por amor y para amar. Por ello, es urgente decir de nuevo “Padre nuestro”; no solamente “Padre mío”, sino Padre de muchos hermanos, a quienes hemos de comunicar, con la oración y la vida, el camino que conduce hacia Dios. Mostrando cómo vivimos aprenderán a creer en el Dios al que rezamos.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.