Cartas del padre Pedro (XVI). Ser voluntarios. 23-11-2015)

P. Pedro Aguado Cuesta, Obispo de Huesca y de Jaca

              A primeros de diciembre se celebra en todo el mundo el Día Internacional del Voluntariado. Es bueno que recordemos y propongamos una de las mejores actitudes y opciones que las personas podemos vivir: dedicar nuestro tiempo, el que podamos, a tantas causas justas y buenas que son tan necesarias como urgentes: la causa de la paz, de la acogida, de los niños, de los ancianos, de tantos valores y actitudes que son propias del Reino de Dios.

El Señor dijo en una ocasión algo tremendamente significativo, que quizá nunca hemos pensado suficientemente. Exclamó, sin dudarlo, que “el Reino de Dios está ya entre vosotros” (Lc 17, 21). Es bueno pensar sobre esta afirmación central de nuestra fe. Es cierto que esperamos el Reino de Dios, que llegará según la voluntad del Padre. Pero también es cierto que ese Reino está ya entre nosotros, y lo podemos ver y experimentar en tantas personas y circunstancias, también en medio del dolor y de las dificultades e injusticias que experimentamos en tantos lugares y situaciones.

Puede parecer una contradicción, pero los cristianos podemos -y debemos- anunciar que el Reino prometido por Dios y anunciado por Jesús “está ya aquí y viene sin dejarse sentir” (Lc 17, 20).

Pienso que uno de los más valiosos signos del Reino se esconde detrás de tantas personas, de toda edad y condición, que ofrecen su tiempo para impulsar las causas más justas y también más apasionantes que un ser humano es capaz de llevar adelante. Muchas veces conocemos a estas personas bajo el nombre del “voluntariado”, y es cierto que es una palabra buena y certera. Lo que hay detrás, en muchas veces, es amor, pasión por el ser humano y su dignidad, esperanza en la vida, fraternidad, sensibilidad hacia quien lo necesita, etc. Y en tantas personas que viven esta dinámica desde su fe en el Señor, lo que hay es una preciosa y generosa experiencia de Dios, que les impulsa a dar gratis lo que gratis han recibido del Padre.

Es a ellos a quien se dirige Jesús cuando les dice algo extraordinario. Habla a personas que ayudan a los discípulos a llevar adelante la causa del Evangelio, y les dice que “cualquiera que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua, a uno de estos pequeños, por su calidad de discípulo, no se quedará sin recompensa, os lo aseguro” (Mt10, 42).

Es imposible citar a todas las personas que dan su tiempo y su vida por impulsar el Reino, también construyendo una Iglesia mejor y más fraterna, en un día a día generoso con su parroquia, con la catequesis, con la ayuda a los enfermos, con la educación, con tantas cosas. Pero sí que puedo expresar lo que sentimos en el seno de la Iglesia: ¡Gracias! Seguid adelante, dando lo mejor de vosotros mismos, de vosotras mismas, por el Reino de Dios y su Justicia, que está ya entre nosotros y se manifiesta en tantas vidas generosas. No olvidemos nunca lo que el papa Francisco decía tantas veces: “Hay que predicar siempre, y su fuera necesario, con la palabra”.