Comentario evangélico. Domingo 27 Ordinaruio, ciclo B.
Alianza eterna, alianza definitiva
Alianza eterna es la Eucaristía. Alianza definitiva es el matrimonio, cualquier matrimonio. De modo especial el matrimonio entre bautizados, ya que no solamente expresa el plan inicial de Dios, tal como está descrito en el Génesis, sino que además es sacramento de la entrega de Cristo Esposo por la iglesia esposa. Una iglesia a la que es convocada toda la humanidad, porque la humanidad toda está llamada a vivir una unidad esponsal con aquel de quien procede y a quien está prometida. Una unidad esponsal con aquel a quien vive unida porque si no no viviría.
El sacramento del matrimonio o se entiende en la ofrenda de Cristo al Padre o no se entiende. O lo que es lo mismo: o se entiende en la cruz y en la eucaristía o se pierde en el horizonte de las propias y egoístas emociones que vienen y van. ¿Por qué tanto empeño en que los que han roto su alianza y la han negado construyendo desde el divorcio un nuevo matrimonio comulguen el pan eucarístico? ¿O por qué tanto empeño en impedirlo? La respuesta está en el carácter sacramental del matrimonio y este solamente se entiende en el amor de Dios encarnado en Cristo. Este mismo amor es el amor matrimonial: “es fuerte como la muerte”, “es centella de fuego, llamarada divina: las aguas torrenciales no podrán apagar el amor ni anegarlo los ríos”, como dice el Cantar de los Cantares en su capítulo octavo. Y esto lo entendemos. Y esto lo deseamos. Además es muy intuitivo, puesto que si a alguien mínimamente humano se le pregunta por el amor lo definiría de esta manera.
Anunciar el amor de Dios con el amor matrimonial. Es una llamada urgente. Lo dijo el Papa ante la Casa Blanca: he venido “para celebrar y apoyar a la institución del matrimonio y de la familia en este momento crítico de la historia de nuestra civilización”. Y algo semejante dirá en esta mañana al abrir el sínodo sobre la familia. No me cabe duda, no creo equivocarme si digo que en esta cuestión está en juego la fidelidad de la iglesia y la misma eucaristía de la que brota y a la que tiende toda la vida de la iglesia. “Una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Lo demás, adulterio. María, la esposa de José, sabe cómo sacar adelante un matrimonio con dificultades. Para ellos no fue fácil. Por eso están tan dispuestos a ayudar.
José Antonio Calvo Gracia