Homilía X Aniversario del fallecimiento de D. José Mª Conget (19-10-2011)

     HOM. D. JOSÉ-MARÍA CONGET ARIZALETA
     
      Nuestra celebración es un canto de acción de gracias al Señor por el don de una vida y un himno de esperanza con la confianza puesta en la resurrección.
      Entonamos hoy un canto agradecido al Señor de la vida. Damos gracias a Dios por su intensa vida sacerdotal y episcopal.
      D. José-María CongetArizaleta se encontró definitivamente envuelto en el abrazo de misericordia del Padre eterno. Él trabajó durante muchos años por el bien de la Iglesia y, especialmente, por el bien de nuestra Diócesis, y fue para todos un ejemplo con su esfuerzo diario, su discreción, su silencio, su sencillez, su cercanía, su alegría interior, su humildad y su espíritu de servicio incondicional. Y desde el momento en que comenzaron sus problemas físicos fue un hombre acostumbrado al dolor que se distinguió por su amor a la vida.
     
      D. José María CongetArizaletanació en Tauste (Zaragoza) el 11 de noviembre de 1926, pero desde niño vivió en Pamplona. Llegó al encuentro definitivo con el Padre en Pamplona, 18 de octubre de 2001.
      Ordenado sacerdote el 23 de julio de 1951, desempeñó el ministerio sacerdotal como Coadjutor de Estella, Director de la Casa de Ejercicios, Vicerrector del Seminario, Párroco de San Fermín y San Miguel y Vicario episcopal de la ciudad de Pamplona. En 1967 obtuvo la licenciatura en Teología por la Universidad Pontificia Comillas.
      El 7 de marzo de 1990 el Santo Padre Juan Pablo II le nombróObispo de Jaca; recibió la ordenación episcopal el 21 de abril del mismo año de manos del Nuncio Mario Tagliaferri y fueron Obispos conconsacrantes D.José María CirardaLachiondo y D. Elías YanesÁlvarez (entonces Arzobispos de Pamplona y de Zaragoza, respectivamente). Según los fieles y los sacerdotes de Jaca fue un gran Obispo. Vuestra presencia esta mañana así lo acredita.
      En la Conferencia Episcopal Españolafue miembro de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar (CEAS), desde 1990 y Obispo Consiliario General de la Acción Católica, desde 1991. Destacó sobre todo en el Apostolado Seglar, en los Movimientos de Acción Católica y en "Manos Unidas", donde fue Presidente del Comité Rector de 1991 a 1998.
      Falleció de cáncer el 18 de octubre de 2001, al a 7 de la mañana, en la Clínica Universitaria de Navarra. El funeral fue celebrado en la Catedral de Jaca por Mons. Elías Yanes. Sus restos mortales descansan en la Capilla de San Miguel de esta catedral por voluntad propia. Semanas antes, le mandó una nota al entonces obispo de Huesca, Monseñor Javier OsésFlamarique, también ingresado en la misma clínica, en la que le escribió: “Javier, nos veremos en el cielo”. El 22 de octubre del mismo año -cuatro días después de su óbito- también falleció D. Javier Osés, obispo oscense.
      En el documento de “Últimas voluntades”, redactado en enero de 1997, D. José-Maríadejó escrito un impresionante testimonio, del cual extraigo algunos párrafos:
      “siempre hay algún amigo bueno que te dice, es bueno dejar la despedida escrita, eso que llaman las últimas voluntades, en estos días de Ejercicios, me dispongo a decir: Amén, con un ¡Aleluya! que lo matice de alegría”.
      “Lo primeo será darle gracias al Señor. Me ha hecho una vida fácil, confortable, he tenido más alegrías que penas, además de sentirme con una familia unida y alrededor, he gozado de muchos amigos, que me querían”
 “No he tenido cruces, ni hasta la fecha, enfermedades. (…) creo que he sido feliz en toda mi trayectoria pastoral, que siempre la he vivido con ilusión, como si la estrenara. Y eso quiero que sea hasta el final, si Dios me alarga la vida”.
      “(…) el salto a la Diócesis de Jaca, tampoco me fue difícil. Tantas veces me había llegado el rumor y últimamente tan centrado en Jaca, que no me sorprendió y lo acogí como algo normal. Me pareció que ya era mayor para meterme en este lío, que no manejaba coche, que no lo hacía del todo mal de Párroco, expuse mis razones, y todo terminó de una manera natural, en la Capilla de la Nunciatura, rezando y diciendo sí por escrito, a lo que yo creía que era la voluntad de Dios. No hice escudo de armas, ni elegí mote, pero pensé que podría ser mi lema: “Amén. Alelluya”.
      “El que fuera la Ordenación un 21 de Abril, Fiesta de la Virgen de Sancho Abarca, me dio paz y me hizo entender que comenzaba con buen pie. Acepté con todo el corazón. Pensé que Jaca sería mi Diócesis para siempre. Y así ha sido. Llevo casi los siete años y si Dios me da salud aquí estaré hasta que me jubile. Suelo decir a la buena gente, que será una alegría despertar a la Parusía bajo las piedras de la Catedral Románica. Nunca agradeceré a los muchos feligreses y amigos que me acompañaron ese día. Parecía que no había salido de casa. Y puedo decir que desde ese primer día nunca me he sentido extraño en Jaca”.
      “No me costó hacerme a la nueva vida. No he tenido ningún problema de adaptación. Todo se me ha hecho sencillo y he hecho las cosas lo mejor que he podido, contando con muy buenos colaboradores, tanto en la curia, como entre los sacerdotes. Noté la mayor diferencia con la Parroquia, en que yo, aunque éramos unos cuantos en el equipo, allí imponía mi ritmo, más o menos y aquí como Obispo, me tengo que acomodar y mi labor principal es sugerir y animar y mantener siempre fresca la ilusión”.
      “Y cuando me llegue la hora de presentarme al Señor, me gustaría poder decirle lo de San Francisco Javier, "cinco talentos me diste, cinco te devuelvo". No es verdad del todo, pero me hago esa ilusión, porque tengo fe en la Iglesia, que compensa y en la Virgen, que me defenderá ante el Señor”.
      “Y les pido a todos que recen por mí. Yo, mil veces, he recordado en funerales, las palabras de la Salve: "Y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre". Que le pidan a la Virgen, que eso sea verdad para mí”.
      “Y como me dicen, que deje muy claras mis últimas voluntades, las escribo:
      - “De nuevo una acción de gracias a mis hermanos: Mª Pilar, Ana Mª y Manolo y a todos los sobrinos, que solo me han dado alegrías. Y a tantos amigos, -la lista sería interminable- y a tanta gente, que me ha querido y rezado por mí y a todos mis colaboradores”.
      - “Pedirles que me ayuden a dar gracias a Dios, por mi vida. Que es la que es y Dios la conoce. Y que me ayuden a pedir perdón. Que le digan a la Virgen que me acoja y me presente a Jesús”.
      - “Que la colecta de la Misa, con permiso del Cabildo, se destine íntegra a algún Proyecto de Manos Unidas, en misiones”.
      - “Que el que preside mi Misa, ni cuente, ni menos cante mi vida. Que anime la esperanza, que diga que quise ser fiel, que quise a la Iglesia y me creí aquel principio de la Comunión de los Santos, "no mires mis pecados sino la fe de la Iglesia", y que siempre quise querer a la gente”.
      - “Mi deseo es que me entierren en la Catedral, se lo pido al Cabildo y que en la lápida, detrás de mi nombre, se invite a rezar un Padre nuestro y Ave María”.
      “Y nada más, que pediros perdón a todos, daros gracias por todo y que me dejéis de encomendarme al Señor y a su Madre”.
     
      Así lo haremos, D. José-María. Así lo hacemos.
      Entonamos hoy un canto confiado con la esperanza puesta en la resurrección. La Resurrección de Cristo constituye el vértice de la historia de salvación, el misterio culminante de nuestra fe, el contenido básico de nuestra esperanza, y el manantial y fundamento de nuestro amor. D. José-María Conget participa ya de la victoria de Cristo, de su resurrección. Ya no trabajará más entre nosotros, sino que participará en un primer plano en la alabanza eterna y gloriosa del júbilo celestial, donde se realiza el canto definitivo: “Amén. Alelluya”. 
     

+ Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca