El Señor viene (2-12-2018)

     EL SEÑOR VIENE

     Queridos hermanos en el Señor:  

      Os deseo gracia y paz.            

      Caminamos hacia Dios, Dios Viviente, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero ha habido un camino previo, realizado por el mismo Dios que se ha acercado a la humanidad. Dios ha creado todas las cosas según un proyecto de amor. Ha creado al ser humano a su imagen y semejanza. Ha inscrito en el corazón de cada persona un anhelo de amor, de vida.      

     En un momento concreto de la historia, el Hijo de Dios ha compartido nuestra misma naturaleza. Se ha hecho inmediato, próximo, palpable, tangible. Ha caminado por los senderos de Galilea y Judea. Con su voz ha llenado de sentido todos los misterios de la vida. Sus palabras siguen teniendo la fuerza de la eternidad. Sus obras siguen impulsando el curso de la historia.      

     Dios sigue saliendo al encuentro de cada persona. Y lo hace a través de los acontecimientos, de su Palabra consignada en la Sagrada Escritura, en la celebración de los sacramentos, en el rostro vulnerable del hambriento, del sediento, del forastero, del desnudo, del enfermo, del encarcelado, en su Iglesia peregrinante.         

     Adviento es tiempo de encuentro, porque el Señor viene, sigue viniendo. El Adviento de Jesucristo es indispensable. De esta manera, cuando caminamos por los senderos de la vida, cuando amamos y sufrimos, cuando nos alegramos y compartimos, cuando nos esforzamos y superamos contrariedades, en todo momento, sabemos que Jesucristo está a nuestro lado.      

      El Señor sale a nuestro encuentro para llenar de sentido el contenido de nuestro trabajo, para explicarnos el significado de la cultura y de la ciencia, para acompañarnos en los avances de la técnica, para animarnos en la incesante búsqueda de la verdad, del bien, de la belleza, de la justicia, del amor, de la paz.       Adviento es tiempo de reencuentro, porque el Señor se acerca y nosotros caminamos hacia Él, con el deseo prendido en las entrañas. Él viene y nosotros avanzamos, porque esperar no es aguantar, sino caminar hacia Aquel que esperamos.      

      Caminamos guiados por la luz y la alegría que nacen de Belén. Hubo una noche profunda en la que el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande. Hubo una gran noche en la que la humanidad que habitaba en tierras de sombras vio la luz que brilló.      

       En un lugar de la historia apareció la luz que fue reconocida por un grupo de personas sencillas. Esa luz es más potente que el fulgor de las estrellas. Ilumina a cada ser humano y a cada pueblo en todas las circunstancias y en todos los momentos.       

       La luz de la noche de Belén ha llegado a muchos corazones, pero todavía sigue existiendo demasiada oscuridad. Por eso es necesario vivir un nuevo Adviento. Es preciso prepararnos para acoger al Señor que llega y salir a su encuentro.       

       El encuentro con Jesucristo se convierte en camino para la misión. Nos encontramos con Cristo para ser habitados por Él, pero no para detenernos. La ruta culmina una etapa, pero seguimos avanzando hacia la meta. Adviento nos impulsa a anunciar lo que hemos visto y oído.        

      Con el Adviento llega la hora de la verdad, el momento de la respuesta, la ocasión para el compromiso. El espíritu de búsqueda con el que salimos al encuentro del Señor que viene nos anima a ponernos en camino con la mochila repleta de experiencias. Sin cálculos previos, siguiendo las orientaciones del Maestro, alimentados con su Cuerpo y su Sangre, con sus palabras resonando en nuestros corazones, compartiendo la oración de la Iglesia, abiertos a todos los senderos, como sembradores de estrellas.             

     Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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