Carta de los obispos de Aragón con motivo del DIA DE LA EDUCACIÓN EN LA FE (7-10-2018)

CARTA DE LOS OBISPOS DE LAS DIÓCESIS ARAGONESAS CON MOTIVO DEL “DÍA DE LA EDUCACIÓN EN LA FE”

      “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos” (Flp 4,4)        

       Queridos catequistas, profesores, animadores y acompañantes de personas, grupos y comunidades en el camino espiritual de la fe:        

       El primer domingo de octubre celebramos en la Iglesia en Aragón el “Día de la Educación en la Fe”, tan fundamental en la vida de las personas y que influye de modo tan decisivo en el progreso de la sociedad.

      1) Como educadores en la fe participáis con entusiasmo en el anuncio del Evangelio a todas las personas y en todas las circunstancias. El Concilio Vaticano II destacaba que la educación cristiana, además de perseguir la madurez de las personas, se orienta a la iniciación gradual de los bautizados en el conocimiento del misterio de la salvación, para que sean cada vez más conscientes del don recibido de la fe; aprendan a adorar a Dios Padre en espíritu y en verdad, sobre todo en la celebración litúrgica; se dispongan a vivir según el hombre nuevo en justicia y santidad de verdad; lleguen al hombre perfecto a la medida de la plenitud en Cristo, y colaboren en el crecimiento de la Iglesia (cf. Gravissimun educationis, 2).

       2) Estamos llamados a salir de nosotros mismos para encontrar en Jesucristo la plenitud de la alegría y del amor. Nos ayuda la luz de la fe para apreciar el sentido de nuestra vida, para reconocer el amor de Dios que nos rodea, para descubrir en cualquier ser humano el rostro de un hermano y para custodiar la creación. Recibimos la fe como un regalo, una gracia, un don. Y nos convertimos en testigos con un compromiso, una tarea, una responsabilidad.      

       El Papa Francisco escribió en su primera encíclica: “Es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe” (Lumen fidei, 4). Y explicaba con nitidez: “Creer significa confiarse a un amor misericordioso, que siempre acoge y perdona, que sostiene y orienta la existencia, que se manifiesta poderoso en su capacidad de enderezar lo torcido de nuestra historia” (Lumen fidei, 13).      

       Educar en la fe significa favorecer un proceso creciente de luz. Lo explica el Santo Padre: “No hay ninguna experiencia humana, ningún itinerario del hombre hacia Dios, que no pueda ser integrado, iluminado y purificado por esta luz. Cuanto más se sumerge el cristiano en la aureola de la luz de Cristo, tanto más es capaz de entender y acompañar el camino de los hombres hacia Dios” (Lumen fidei, 35).       En definitiva, se trata de contemplar la realidad desde la perspectiva del Señor: “La fe no solo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver” (Lumen fidei, 18).  

      3) Sabéis por propia experiencia que el encuentro con Jesucristo supone un acontecimiento en nuestras vidas. Con Jesucristo descubrimos un nuevo horizonte, un nuevo sentido y una definitiva orientación para nuestro caminar. Él nos sale al encuentro en nuestro sendero y su presencia nos acompaña constantemente.  Por ello, es posible alegrarse siempre en el Señor y responder a su llamada a la santidad. El Papa Francisco lo afirma con decisión: “Volvamos a escuchar a Jesús, con todo el amor y el respeto que merece el Maestro. Permitámosle que nos golpee con sus palabras, que nos desafíe, que nos interpele a un cambio real de vida. De otro modo, la santidad será solo palabras” (Gaudete et exsultate, 66).      

      En vuestro itinerario como educadores en la fe tenéis la referencia de los santos y el destello del Evangelio: “La fuerza del testimonio de los santos está en vivir las bienaventuranzas y el protocolo del juicio final. Son pocas palabras, sencillas, pero prácticas y válidas para todos, porque el cristianismo es principalmente para ser practicado, y si es también objeto de reflexión, eso solo es válido cuando nos ayuda a vivir el Evangelio en la vida cotidiana” (Gaudete et exsultate, 109).      

     Os agradecemos vuestra generosidad, vuestro testimonio, vuestra entrega, vuestra dedicación y vuestro compromiso en la vida y en la misión de la Iglesia.      

      Que la Bienaventurada Virgen del Pilar, causa de nuestra alegría, ideal de santidad, interceda por todos vosotros para que participéis siempre de la alegría del Señor y viváis la plenitud del amor.      

       Recibid nuestra gratitud y nuestro afecto, junto con nuestra bendición.

  • + D. Vicente Jiménez Zamora, Arzobispo de Zaragoza
  • + D. Julián Ruiz Martorell, Obispo de Huesca y de Jaca
  • + D. Eusebio Hernández Sola, Obispo de Tarazona
  • + D. Ángel-Javier Pérez Pueyo, Obispo de Barbastro-Monzón  
  • + D. Antonio Gómez Cantero, Obispo de Teruel y Albarracín
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