Ver la estrella (14-1-2018)

      VER LA ESTRELLA
     
      Queridos hermanos en el Señor:
      Os deseo gracia y paz.
 
      El día 6 de enero, en la homilía de la Misa en la Solemnidad de la Epifanía del Señor, el Papa Francisco dijo: “podríamos preguntarnos, ¿por qué sólo vieron la estrella los Magos? Tal vez porque eran pocas las personas que alzaron la vista al cielo. Con frecuencia en la vida nos contentamos con mirar al suelo: nos basta la salud, algo de dinero y un poco de diversión. Y me pregunto: ¿Sabemos todavía levantar la vista al cielo? ¿Sabemos soñar, desear a Dios, esperar su novedad, o nos dejamos llevar por la vida como una rama seca al viento? Los Reyes Magos no se conformaron con ir tirando, con vivir al día. Entendieron que, para vivir realmente, se necesita una meta alta y por eso hay que mirar hacia arriba”.
      No podemos ser buscadores de estrellas porque hace mucho tiempo que ya no las vemos. En las ciudades, la contaminación lumínica hace imposible ver las estrellas. Y es preciso salir al campo o visitar otras localidades menos iluminadas para distinguir las luces que embellecen el firmamento.
      Además, apenas solemos alzar la mirada al cielo. Hay demasiadas cosas que orientan nuestros ojos hacia el suelo. No aspiramos a los bienes de arriba porque buscamos afanosamente otras realidades. Vivimos el ajetreo de cada día y nos contentamos con no tener demasiados achaques. Sabemos que el dinero no da la felicidad, pero buscamos con avidez tener cada vez más cosas. Nos aburrimos y anhelamos cualquier brizna de efímera diversión.
      De esta manera, nos acorazamos ante la novedad de Dios que se comunica con nosotros y nos trata como amigos. No prestamos atención a la novedad gozosa del Evangelio. No nos dejamos sorprender por las maravillas que Dios realiza en la creación y en la historia. No nos admiramos, con el regocijo característico de la infancia espiritual, ante la cercanía del Señor.
      No es lo mismo ver que mirar. Vemos muchas cosas a nuestro alrededor y apenas les prestamos atención. Conseguimos mirar cuando vemos con detenimiento, sorpresa, gratitud y admiración. En los evangelios se concede mucha importancia a la mirada de Jesús, que percibe más allá de lo aparente y superficial. La mirada de Jesús es envolvente y penetrante. Él mira y acaricia; mira y ama; mira y perdona; mira y sana; mira y anuncia; mira y envía.  
      Hay un proverbio que dice: “Si quieres arar recto, ata tu arado a una estrella”. Solamente fijando una meta estable podremos tener la seguridad de no equivocarnos en el sendero. ¡Cuántas personas han encontrado orientación y sentido en sus vidas cuando han caminado decididamente hacia un objetivo! 
      En 2005 la Jornada Mundial de la Juventud tuvo lugar en Colonia, ciudad en la que, según la tradición, reposan los Magos de Oriente. El Papa Benedicto XVI dijo en aquella ocasión: “En el viaje de retorno, los Magos tuvieron que afrontar seguramente peligros, sacrificios, desorientación, dudas... ¡ya no tenían la estrella para guiarlos! Ahora la luz estaba dentro de ellos. Ahora tenían que custodiarla y alimentarla con el recuerdo constante de Cristo, de su rostro santo, de su amor inefable”.
      Si la luz está dentro de nosotros, nos convertiremos en personas-luz, capaces de acompañar y de iluminar a los demás. Seremos testigos de la luz que viene de lo alto y orientaremos la mirada de quienes están a nuestro lado hacia arriba, hacia los bienes que no perecen.
      Dios no se esconde detrás de las nubes de un misterio impenetrable, sino que habla todos los lenguajes, hasta el lenguaje de las estrellas, para comunicarse con nosotros, para guiarnos en nuestra vida. 
      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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