Cristo se hizo pobre (2-3-2014)

CRISTO SE HIZO POBRE           

      Queridos hermanos en el Señor:      

      Os deseo gracia y paz.

     “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15). Estas son las palabras que san Marcos presenta como predicación inaugural de Jesús. La palabra “tiempo” no se refiere a la sucesión monótona de instantes idénticos unos a otros. No es una secuencia de segundos, minutos, horas, días, etc. “Tiempo” indica aquí el momento favorable, la ocasión propicia, el tiempo oportuno.      

      En la persona de Jesucristo, en sus obras, en su palabra y en su silencio, se hace presente el Reino de Dios anunciado y esperado, profetizado y anhelado. Con Cristo comienza una nueva y definitiva etapa en la historia de la humanidad.      

      Después de este doble y gozoso anuncio en el que se comunica que el tiempo ha llegado a su sazón y que está cerca el Reino de Dios, Jesús nos hace dos propuestas: “convertíos” y “creed en el Evangelio”. La conversión lleva consigo un cambio de dirección, un regreso, un volvernos hacia Dios tras abandonar los ídolos que nos seducen. Esto supone un despojo, una privación, para ayudar y compartir con los demás. Significa deshacernos de lo que nos impide ser interiormente libres para amar y servir con generosidad.      

      Creer en el Evangelio quiere decir apoyarnos en la Buena Noticia que nos sana, nos restaura y nos da nueva vida. Es edificar nuestra vida sobre la piedra angular que es el Señor. Es estar cimentados en Él, adherirnos a Él,   abrirnos a su palabra, a su acción y a su comunidad, que es la Iglesia.      

       La llamada a la conversión resonará en el período de gracia que comenzaremos el Miércoles de Ceniza. La Cuaresma es una peregrinación interior que nos prepara para celebrar el centro de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de Cristo.      

       El Papa Francisco, en su “Mensaje para la Cuaresma 2014”, nos habla de una triple miseria: la miseria material de quienes viven en una condición que no es digna de la persona (los privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad); la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado, y la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Según el Papa, la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza.      

      A muchas personas no les gusta la Cuaresma, porque viven en clave de resurrección, definitivamente asentadas en el gozo de la Pascua. Pero, para llegar al triunfo de la vida sobre la muerte y de la luz sobre la oscuridad, es preciso transitar, peregrinar, para hacer nuestro el estilo de vida evangélico que nos propone Jesús. La Cuaresma es imprescindible para que descubramos el estilo de Dios, puesto que Él no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza. Según afirma San Pablo, escribiendo a los cristianos de Corinto, Jesucristo “siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza” (2 Cor 8,9).      

       El Papa nos exhorta: “que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza”.            

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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